(7) Un trasero musculoso, atlético y redondito.

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«¿Reconocía tu voz, tu olor? Háblale y mira cómo en su rostro se levanta algo risueño y ansioso, retén su mano unos segundos y descubre bajo su piel ese discreto temor, la delicada alarma de su sangre, mira cómo se fruncen sus labios, como se agit...

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«¿Reconocía tu voz, tu olor? Háblale y mira cómo en su rostro se levanta algo risueño y ansioso, retén su mano unos segundos y descubre bajo su piel ese discreto temor, la delicada alarma de su sangre, mira cómo se fruncen sus labios, como se agitan sus párpados. ¿Quería saber? Por qué aprietas así mi brazo, por qué tu mano en mi cintura y, cuando hablas, tu cara tan cerca de la mía. Explícale: para que no me confundas con los demás, porque quiero que me reconozcas, Toñita, y ese vientecito y esos ruidos de mi boca son las cosas que te estoy diciendo».

La casa verde, Mario Vargas Llosa. [*]


  ¡Este hombre tenía doble personalidad! No le extrañaba, algunos psiquiatras y psicólogos estaban más chiflados que sus pacientes. Se lo encontraba en la librería y no la saludaba. ¡Y vaya si le había costado empezar a hacerlo! Ahora, en la biblioteca, era todo sonrisas. Tan enfurecida estaba que se le cayeron sus cosas al suelo.

ᅳ¡¡Ay, qué torpeza!! —se lamentó, ante el sobresalto del resto de la gente.

ᅳ¡Uy, permítame que la ayude! —dijo Él, arrodillándose a su lado.

  Helena aprovechó para mirarle, también, el trasero. Grande, atlético y redondito, como le gustaban.

ᅳ«Es una obra de arte» —pensó, derritiéndose.

  La respiración de Él hacía que el cabello de Helena bailase al ritmo del corazón, muuuuuy acelerado.

ᅳMe llamo Jean Joseph —manifestó, dándole la mano.

ᅳHelen Halper... digo Helena Halper —expresó, apretando la de él.

  Jean Joseph tenía ahora la mirada baja y no se percataba de que la chica lo traspasaba con la suya... Jean Joseph, ¡qué bien sonaba! Llevaba media hora cabreada, esperándolo, antes de que sufriera el percance. ¿Cuántos meses desperdiciados? Demasiados, no lo sabía con exactitud, había perdido la noción del tiempo. Tal vez no había sido tan casual que tirara todo, pues había pensado en utilizar esta estrategia. Hacer como que tropezaba y dejar caer todo con gran estruendo. ¡El inconsciente, quizás, la había traicionado! La técnica del pañuelo perfumado de las películas antiguas, estaba caduca. Ahora era necesario darles un buen sillazo.

ᅳGracias, perdón por el escándalo —se disculpó.

ᅳPerdón por nada, a todos nos pasa alguna vez —y ya se sentaba de nuevo, volvía a meter la nariz dentro del libro.

ᅳ«¡Eso sí que no!» —pensó Helena—. «¡Ésta es la mía!»

  Así que le dijo:

ᅳ¿Le molesta si me quedo aquí, en su mesa? No quiero importunar a los demás, a ver si se me caen las cosas otra vez.

Bien sûr! —y se disponía a continuar con su lectura.

ᅳVeo que lee en castellano —dijo ella señalando uno de sus libros—. ¿Me podría traducir esta frase?

Enemigo Público Nº 1. GANADORA DE LOS PREMIOS WATTYS 2015.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora