Un pacto con el diablo

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Cómo si las últimas semanas no hubieran sido más que un mal sueño, Jeonghan actuó con la naturalidad necesaria, para descartar toda suposición, sobre su repentina “relación” con SeungCheol, si es que podía llamarle así, porque ellos solo se reunían para insultarse y hacer parodias religiosas, no eran amigos, entre ellos había una clara rivalidad. El repentino interés por ayudar, de pretender ser un buen samaritano, era un acto competitivo. Él quería ganar el partido justamente y para eso tuvo que someterse a cuidarlo, para asegurar un próximo enfrentamiento limpio. O al menos eso quería creer. Pues nadie da algo sin esperar a cambio lo mismo, y Jeonghan jamás tendría ese tipo de atenciones con otro hombre.

La hermosa joven en la recepción, se inclinó en el paredón, extendió su palma con un toque de sensualidad, le gustaba ser el centro de las miradas, y en ese momento capturó la del prodigio deportivo. Había escuchado rumores sobre él, de que establecía comunicación con los muertos y tenía un don para predecir el futuro, luego de un tiempo observándolo en silencio al atender la cantina escolar, se atrevió a hacerle una consulta tras servirle su ya cotidiano café sin azúcar.

Distraído, con el colgante sobre el escote de su vestido, Jeonghan tragó en seco al quedar expuesto, desvió la mirada apenado, procurando no ser demasiado obvio.

—¿Qué tal si me lees la mano?, Dicen que eres bueno en eso —sonrió coqueta, al sentir como el dedo índice del contrario recorría con dulzura las líneas en su palma—, y tal vez lo seas en muchas otras cosas.

—Si soy sincero no sé mucho sobre esto, pero es evidente que te gusta jugar pero cuando lo hacen contigo es deprimente, no te ofendas, por favor, esa no fue mi intención. Aún queda un rastro de una fuerte energía en la tuya. Una terrible ruptura sin duda. Además tendrás dos hijos, ¿Lo ves?, Estás pequeñas líneas de aquí indican la cantidad—le enseño su escaso conocimiento—, puede que con una persona diferente. Quien sabe, tal vez la tengas al frente —le siguió la corriente, hace siglos que no interactuaba con alguien del sexo contrario. Las monjas no contaban, que su hermana fuese una, le quitó el encanto.

La transición entre estar ofendida y ser cortejada le arrebató las palabras. En la esquina contraria, otro estudiante le pidió un té transmitiendo urgencia en su voz, el pago adelantado la obligó a regresar a la realidad, se alejó dejando a Jeonghan con ganas de más.

Preparando un trabajo que debía entregar—pronto al parecer—, su nuevo acompañante lo ignoró tras arruinar a propósito aquel coqueteo. Quiso reclamar. Exigir una explicación. Pero no iba a darle el gusto de sentirse importante, de demostrar que su presencia tenía el poder de perturbarlo, por lo que se limitó a expresar el disgusto en furtivas miradas, que pasaron desapercibidas al beber de la taza humeante. La insistencia dio resultados, en una de dichas oportunidades, capturó a Cheol husmeando, por el rabillo del ojo, su reacción.

—¿Qué?

—¿Qué, de qué?

—Pensé que de lunes a viernes, somos desconocidos y justo ahora estás ofendido por no recibir un saludo.

—¡Ja! Qué tontería —dispuesto a enterrar sus emociones, decidió ayudarle con la tarea, al quitarle el lápiz fue haciendo las debidas correcciones—. La profesora de literatura no se esforzó en cambiar en absoluto la evaluación. Con esto sacarás un diez, da por saldada la deuda. No es necesario que agradezcas.

—¿Estás ocupado hoy?—cuestionó al acercarse para revisar los errores, sonrió sobre el hombro del contrario, Jeonghan tenía una pésima caligrafía, las anotaciones con letra de hormiga eran casi ilegibles—. Se me ocurre una mejor idea para formalizar nuestra amistad.

—Yo no quiero ser tu amigo. No te ofendas, pero los fanáticos religiosos no son mi tipo.

—De cualquier forma, lo acabaremos siendo. Tengo fe en ello.

Informática 1983 [JeongCheol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora