La casa del señor, libre de pecado

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Sudando frío, SeungCheol trato de eliminar la evidencia, sacudió con prisa el rastro de tierra que se le adhirió al uniforme luego de movilizar el cajón. Aunque Jeonghan pareciera liviano, en realidad se le dificultó organizar la escena del crimen.

La situación se había salido de control, y nada de lo que pudiera decir o hacer podría convencer al reverendo de su inocencia. Sobre todo por su nula experiencia en el arte de mentir.

—¿Hay algo que quieras explicar?, Porque hasta donde yo sé, aparte de mi, nadie tiene las llaves.

—Las tome prestadas, olvide preguntar, que descuidado soy —la excusa envuelta en nerviosismo reveló intenciones ocultas.

—Ignoraste los mandamientos. Robar, mentir, ¿Qué más debo añadir? —preguntó afligido, a medida que fue hablando, rodeó el cuerpo tembloroso de su sobrino—. Estoy empezando a preocuparme.

—Bien, muy bien, nunca tuve la intención de preguntar, pero seamos honestos me hubieras impedido visitar a los fundadores.

—Con justa razón.

—Me arrepiento. En serio, pero tuve un sueño muy raro y necesitaba confirmar que solo fue una ilusión.

Un instante, su mirada merodeo la zona en que enterró viva una persona, el ataúd sobresalía un poco en comparación al resto, lo dejó así a propósito para no restringir en su totalidad el oxígeno, pero ahora ponía en duda la efectividad del plan, el silencio era fácil de malinterpretar con una muerte súbita.

—¿Un sueño? —indagó, perdiendo el hilo de la conversación.

—Sí, un hombre, alto y aterrador, dañando la reputación de cada figura en los retratos —aprovechó de continuar con la investigación.

—Son cosas que quedaron atrapadas en tu subconsciente, después del incidente con la estatua de la virgen.

—Tal vez sea eso.

—¿Tal vez?, No hijo mío, es así. Mejor vete a dormir ya, me encargaré de cerrar.

—¡No! —Seungcheol se precipitó a alejarlo con empujones—, yo en verdad, quiero un momento a solas, para rezar y...—titubeo al buscar un buen motivo—, encender velas para ellos. Eso me hará sentir tranquilo.

Poco convencido, dio un último vistazo a su sobrino, de pies a cabeza, era un desastre, ropa desarreglada y sucia, un notorio desespero por sacarlo de ahí.

—¿Quién es? —sonrió orgulloso, la confusión lo obligó a ser más explícito—, ya sabes...la chica. No hay muchas buenas opciones por aquí y a tu edad las hormonas son un calvario, ¡Espera, déjame adivinar!, ¿La joven que trabaja en la cantina escolar? —avanzó con confianza hasta el cajón sobresaliente, golpeó la madera con suavidad para provocar—. Si debe ser ella, escuché que es un tanto provocativa.

—Lo estás malinterpretando —una mezcla de vergüenza y adrenalina, le hizo sonrojarse. Sostuvo el cajón para impedir que fuera a sacarlo—. Además no soy su tipo.

—¿Y cómo sabes tú, cuál es su tipo?

—Porque estaba coqueteando con otra persona, y digamos que soy menos interesante que el promedio.

—Como sea, espero que pronto des una vuelta por el confesionario. Odiaría que los rumores sean ciertos.

—Si lo haré, un momento... ¿Cuáles rumores?

—Dicen que tienes una pequeña inclinación, nada que no se pueda volver a enderezar.

—¡Blasfemia!

Informática 1983 [JeongCheol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora