El cazador de demonios

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Con pocos ánimos, SeungCheol entró a las duchas, arrastrando los pies y cabizbajo, la gente alrededor notó el cansancio, los comentarios no faltaron, en cada esquina había alguien señalando.

Retraído, se alejó del resto, y espero a que la fila fuera disminuyendo, hasta que allí dentro, no quedo más que un inquietante silencio.

Las prendas cayeron al suelo eventualmente.

Aprovechó la soledad, para recorrer con suavidad su cuerpo, había bajado de peso, sintió en relieve varios huesos.

Apenas abrió la llave, el vapor se esparció en el baño sofocándolo en el acto. El calentador a gas llevaba un tiempo sin funcionar, por lo que al extender el brazo, le sorprendió que el agua lo hubiera quemado. Ardía, pero aun así, una fuerza desconocida, lo impulsó a sumergirse por completo, gimió debido al dolor, la aguja se inclinó indicando la máxima temperatura; no sé apartó, con el tiempo se acostumbró al calor, aunque el colgante en cruz no corrió la misma suerte, de un chispazo se soltó. Luego de cubrirse con una toalla, observó con desconcierto el objeto, cómo si no estuviera seguro de recogerlo. Buscó el significado en sus recuerdos, y en lugar de atribuir la cruz al sacrificio, lo relacionó directamente con la muerte. Hizo una mueca llena de desagrado al retroceder.

—¿Cheol?

Reconoció la voz, sin necesidad de voltear supo que se trataba de Jeonghan, permaneció de espaldas, avergonzado, ansiando que este siguiera su camino y lo dejara en paz, pero eso no sucedió, él solo invadió su espacio al acercarse dando brincos ridículos que en otro momento le habrían causado ternura.

—¿Todo bien? —insistió al tocarle el hombro, sin detenerse a pensar si el contacto iba a incomodar. Fue apartado con brusquedad, se quejó del golpe al levantarse—. Oye, ¿Qué diablos te pasa?, Si es por lo que dijo tu tío, puedes estar tranquilo, a mí me gustan las chicas y no dudo a qué a ti también.

Pese a sentir culpa, SeungCheol no se mostró arrepentido, algo le impidió brindar ayuda, nadie le quitaría esa impresión, pues fue como si un tercero de un jalón, frenará sus impuros deseos.

Últimamente, pensamientos intrusivos, influían en sus decisiones, a modo de murmullos, apagados y vacíos. Cómo él. Hasta cierto punto.

¿Era normal?, Distaba de ser un discurso interno. Oía con claridad aquella voz.

Jeonghan comenzó a sospechar de la situación, pero no volvió a intentar romper la tensión.

—He pedido perdón, cada noche, desde entonces, pero Dios no me responde.

El contrario lo observó con desconcierto, a su parecer no habían cometido algo tan grave, o bueno él fue quien irrumpió el descanso eterno del muerto, Cheol no tenía de que preocuparse.

—Debe estar ocupado —dijo con la mayor empatía posible, eso de escuchar un ser celestial se le hacía raro, quizá porque nunca lo había experimentado—. Solo piénsalo, hay mucha gente rezando por aquí.

—Al menos por una vez, ¿Podrías tomar en serio lo que digo? —Cheol se recostó a la pared al cruzarse de brazos, estaba enojado consigo mismo, y no es como si pudiera ir y decirle a su tío que estaba perdiendo el juicio—. Me desconozco.

Jeonghan estaba luchando por concentrarse, pero era difícil prestar atención, si uno de ellos estaba semidesnudo, para entonces el vapor se había dispersado y ya nada impedía que su mirada fuera directo a dónde no debía. No lo entendía. Creció rodeado de chicos, las duchas ni siquiera tenían puerta, y al bañarse todos tenían una clara perspectiva del otro, Cheol incluso se cubrió la entrepierna con una toalla, ¿Por qué de repente le resultó tan vergonzoso?

Informática 1983 [JeongCheol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora