Capítulo Uno

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NamJoon.

—El senador lo verá pronto.

Park Namjoon se levantó, luchando con la urgencia de tirar del cuello de la camisa blanca de vestir. Debió de haber chequeado si su traje aún le servía antes de aceptar esa reunión apresurada, pero ya era demasiado tarde. Llevaba tanto tiempo fatigado, que la camisa abotonada era como una soga alrededor del cuello.

O quizás era el trabajo en sí mismo lo que le causaba esa sensación de ahogamiento. Namjoon no podía estar seguro. Siguió a la pequeña mujer rubia por el corredor majestuosamente alineado con una alfombra azul y dorada y pintura tras pintura de hombres blancos congestionados y viejos.

Cuando alcanzaron un set de puertas dobles, ella empujó la puerta con floritura y en un gesto indicó que entrara antes de regalarle una sonrisa sin entusiasmo y cerrarlas de nuevo. Un hombre —Presuntamente el senador— alzó un dedo en un gesto de “un momento”, antes de mecerse en la silla lejos de Namjoon, como si de esa forma erigiera un tono de silencio alrededor de la conversación.

A Namjoon le importaba una mierda la llamada telefónica del tipo, así que él merodeó en la habitación en su lugar. Contó ni más ni menos que tres animales muertos adornando las paredes. Dos que estaban dentro de las listas de peligro de extinción. Estanterías rellenas con libros recubiertos de cuero ocupaban la totalidad de la pared izquierda.

Namjoon se desplazó más cerca, tratando de no rodar los ojos cuando notó que casi todos los títulos eran sobre leyes, ambas secular y bíblica. Este hombre debía ser el hazmerreír en las fiestas. La mueblería era toda de caoba brillante, y el decorador de interiores del tipo había recubierto en cuero marrón todo lo que no estaba hecho de madera. El bar en el rincón más apartado de la habitación exhibía una variedad de decantadores de cristal rellenos solo con licores oscuros.

Namjoon podía apostar que el hombre tenía cigarrillos cubanos escondidos en algún lugar de su enorme escritorio.

—Esa es la circunvalación del problema, Jerry. No se trata de eso. Escucha, necesito irme. Sí. Tengo otra reunión. Dale a Clare y a los niños todo mi amor, y hablaremos más de esto cuando nos encontremos en el club el sábado —El hombre hizo una pausa —. No. Jin no se nos unirá. Tiene una reunión respecto a su escribanía. Sí, estamos muy orgullosos. Es un buen chico. De acuerdo. Hablaremos pronto.

Namjoon regresó su atención hacia el senador cuando pareció que estaba terminando la conversación. El hombre colgó el teléfono, girando el rostro hacia Namjoon, dándole por primera vez un vistazo real sobre su nuevo cliente. Tenía hombros amplios con el cabello rubio dorado convirtiéndose en gris en las sienes y con un peinado justo para esconder las entradas de su cabello.

Había perdido la chaqueta de su traje y solo llevaba una camisa azul pálida de botones y una corbata color azul oscuro, aflojada alrededor del cuello. Cuando se puso de pie, Namjoon notó que el estómago del hombre se hundió debajo de su cinturón a pesar de los músculos definidos de sus brazos y pecho.

—Siento eso. Ese hombre habla hasta por los codos, si sabes a lo que me refiero. Kim JunHwan. Mis amigos me llaman Jun —Cuando habló, su tono era afable, el suave acento hablaba de las raíces de Anyang, no Seúl.

Extendió la mano, y Namjoon la sacudió, notando la forma en la que la mano del hombre apretó la suya mucho más tiempo y con más fuerza de la necesaria. ¿Qué estaba intentando probar este tipo, de todas formas? ¿Acaso pensaba que Namjoon buscaba entrar en alguna clase de concurso de medición de pollas con él? Namjoon había conocido docenas de hombres como él durante su servicio, imbéciles inseguros tratando de exponer su dominancia con estas innecesarias muestras de masculinidad.

Embriagador||NJ|| ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora