Capítulo Veintisiete

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NamJoon.

A Nam le disgustaban muchas cosas: el tráfico de Seúl, la homofobia, las personas que usaban luces intermitentes en la lluvia; pero había tres cosas que él verdaderamente odiaba: las preguntas sin responder, los cereales dulces para el desayuno y las jodidas caricaturas.

Esa mañana, las tres cosas lo estaban asaltando al tiempo, haciendo que palpitara su ojo izquierdo.

A su lado, Jin estaba sentado con sus piernas aún en pijamas dobladas debajo de él y la boca llena de cereal mientras se reía de una sensible esponja que usaba pantalones.

Nam usualmente no permitía que Jin tomara comida chatarra a primera hora de la mañana, pero el día anterior, le prometió al chico todo lo que quisiera si conseguía atravesar el almuerzo de caridad de su padre sin incidentes. Jin había escogido una mañana de mamadas y BT21, y Nam era un hombre de palabra.

Él era todo acerca de reforzar el buen comportamiento, y no pensaba que alguna vez fuera a cansarse de chupársela a Jin, pero el aroma a marshmallows empapados y leche azucarada lo hacía apretar tanto los dientes como las caricaturas estridentes de la televisión.

Las caricaturas no eran parte de la negociación inicial sino un apéndice que Jin había propuesto un segundo antes de que se maniobrara a sí mismo sobre la polla de Nam hacía una hora.

Había rogado, haciendo mohines, llamándolo Daddy mientras lo miraba fijamente con esos enormes ojos verdes al defender su caso con entusiasmo.

Jin había montado la polla de Daddy como un chico que de verdad quería ver caricaturas, lo cual explicaba como Nam, ahora duchado y afeitado, sentado en el sofá, escuchaba a Jin resoplar de risa mientras que las paredes que él cuidadosamente construyó alrededor de su infancia disfuncional se desmoronaban.

En la familia Park, las caricaturas y el cereal eran lo más básico de la despensa. Nam creció en sórdidos moteles de paga-la-hora en donde las alfombras sucias dejarían tus pies negros, la ropa de cama siempre tenía manchas sospechosas, y nunca había cocina.

Había semanas en que su hermana y él habían sobrevivido con nada más que cereal seco de baratas, comprado con las monedas de detrás de los cojines de sofás arruinados y las que eran minadas del mar de caramelos sin envoltorios y tabaco suelto que siempre flotaba en el fondo del bolso de su madre.

Su madre constantemente desaparecía por días, dejando a Ellie resolver como los llevaría a ambos a la escuela y a la casa —Cuando su madre recordaba registrarlos en la escuela—.

Tarde en la noche, su hermana ponía cintas de VHS 58de Bugs Bunny o Tom y Jerry dentro del VCR así no tendrían que escuchar los sonidos de las sirenas, peleas de borrachos, o las prostitutas conduciendo sus negocios en las habitaciones siguientes.

Las caricaturas eran la música de fondo de cada cosa mala en la vida de Nam hasta que su madre falleció y él se escapó a la milicia. Después de todos estos años, todavía hacía que se le erizara la piel.

A pesar de todo eso, Nam dejó a Jin tener su cereal y sus caricaturas, porque por primera vez en casi una semana, él parecía estar disfrutando. Lo que lo llevaba a la tercera cosa que Nam odiaba: las preguntas sin respuesta. Algo había cambiado en Jin desde que Nam lo había follado.

No era un cambio obvio, más como una tensión en su rostro, la ansiedad en sus ojos cuando Nam no estaba castigándolo o enterrado dentro de él. Cuando Jin no tenía algo con qué distraerse, se ponía inquieto, agitado como un animal encerrado, pero cada vez que Nam preguntaba si había algo mal, Jin sonreía y decía que estaba bien.

La puerta de entrada se abrió de par en par, y Jin saltó, tambaleándose hacia el otro lado del sofá por instinto. Fulminó con la mirada a Yuqi mientras ella dejaba caer un bolso de mano sobredimensionado sobre la encimera.

Embriagador||NJ|| ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora