Capítulo siete

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NamJoon.

Nam estaba soñando. Sabía que lo estaba. Eso no impidió que su corazón se acelerara, o que el sabor metálico llenara su boca. Siempre comenzaba con sangre.

Centavos de cobre y gasolina le quemaban la nariz y la garganta. El sol del desierto abrasó su carne. Trató de quitarse el sudor de los ojos parpadeando, pero seguía sin poder ver. Sus hombres estaban allí afuera en alguna parte ¿Habían sobrevivido a la explosión? Formas vacilantes se precipitaron hacia él.

Entrecerró los ojos, tratando de encontrarles sentido ¿Llevaban uniformes de combate? No podía decirlo. Eran fantasmas, o tal vez él era el fantasma. Si no fuera por el entumecimiento palpitante irradiando por su brazo derecho, podría haber pensado que estaba muerto.

Trató de alcanzar su rifle a sólo unos metros de distancia, pero su brazo no estaba cooperando. Se estaban acercando con cada segundo que pasaba. Su pulso se disparó, adrenalina enviando ondas de choque a lo largo de su cuerpo hasta que no estaba pensando, sólo reaccionando.

Cuando la forma amorfa apareció sobre él, arremetió con su mano izquierda, agarrándolo de la garganta con todo lo que tenía y haciéndolos rodar debajo de él. Necesitaba la ventaja. Ellos tenían armas.

Tenían el pleno uso de sus cuerpos. Tenían todos sus sentidos. Él sólo tenía miedo y entrenamiento. Se sentó a horcajadas sobre ellos, apretando con cada pedazo de fuerza que pudo reunir con sólo una mano. Si tenía suerte, podría fracturar el hueso hioides.

Se asfixiaría.
Ellos pelearon, sus golpes débiles mientras luchaban debajo de él, gritando frenéticamente.

— ¡Nam!
En algún lugar, el sonido de su nombre penetró a través de la niebla de su memoria.

—Nam ¡Detente! Joder, por favor. Joder ¡Detente!

Nam abrió los ojos, parpadeando para ajustarse a la repentina oscuridad luego de haber luchado bajo el ardiente sol del mediodía de su pesadilla.

Él estaba de vuelta en su habitación en el penthouse de los Kim, sentado a horcajadas sobre un Jin sin aliento y de rostro enrojecido. Jesús. Santa jodida mierda.

Nam podría haberlo matado. Su mano todavía apretaba la garganta de Jin. Su mano izquierda.

Gracias, joder. Dejó salir un respiro tembloroso. Si hubiera sido su mano derecha... ni siquiera quería pensar en eso. Masajeó la tierna piel de la garganta de Jin. El chico se contrajo de dolor mientras tragaba bajo los dedos de Nam. Incluso en la oscuridad, podía ver que se volvería un moretón.

—Lo siento mucho —Susurró.
Los labios de Jin se movieron, pero su voz sonaba a kilómetros de distancia.

Un peso de plomo aplastó el pecho de Nam y su visión se hizo un túnel, su corazón golpeando contra su caja torácica hasta que pensó que estaba teniendo un ataque al corazón. Joder.

Ahora no. No. Ahora. Gotas de sudor le picaban en la frente y se deslizaban a través de su columna, pero él estaba helado. Quería moverse, huir, pero su mente lo mantenía congelado.

Las suaves manos de Jin tocaban su rostro mientras hablaba. Nam se obligó a concentrarse en los labios del chico.
—Nam. Creo que estás teniendo un ataque de pánico ¿Puedes escucharme?

No habló, sólo asintió entrecortadamente.
—Está bien, amigo, tengo de esos todo el tiempo. Concéntrate en cinco cosas que puedas ver—. La mirada de Nam se sacudió por la habitación, tratando de concentrarse en algo. —Dilas. En voz alta.

—La lámpara. La cabecera—. Respiró hondo de manera irregular, su mirada cayendo sobre Jin. Tu boca pecaminosa, tus rizos alborotados derramándose sobre mi almohada, pensó para sí mismo. Tragó. —La...la silla.
Las almohadas. Tú.

Embriagador||NJ|| ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora