Capítulo Cinco

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NamJoon.

Nam se encerró en su habitación y fue derecho al baño. Se salpicó el rostro con agua fría y se maldijo a sí mismo por ser un maldito idiota.

Ni siquiera tenía cuarenta y ocho horas en el trabajo y ya estaba jugando a la gallina con un chico de la mitad de su edad. Él era una edición limitada de “jodidamente estúpido”.

Jin era mimado, osado y dañado de mil maneras diferentes, pero mierda si la polla de Nam no se ponía firme cada vez que el malcriado lo miraba fijamente, suplicando que Nam lo hiciera obedecer.

Jin era perfecto en cada aspecto. Hermoso, hosco, terco… lo suficientemente roto como para no importarle que la guerra hubiera dejado a Nam jodido de maneras que ni siquiera podría empezar a describir con palabras.

La mirada en la cara del chico cuando Nam se había ido sin alabarlo por hacer lo que se le había dicho… Mierda ¿Cómo podría no volver? ¿No decirle las palabras por las que él había estado tan desesperado? Nam era sólo humano.

Pero él tenía que hacer su jodido trabajo, lo necesitaba más que nada. Personas contaban con él. No se podía distraer. Él no podía ser lo que Jin necesitaba. Se miró fijamente al espejo ¿Por qué estaba siquiera contemplando esto? Ellos ni siquiera se conocían.

Necesitaba tener control de sí mismo y sus perversiones.
Pero Jin lo quería. El muchacho era un enorme vacío succionándolo y Nam no quería nada más que llenarlo todo, una y otra vez, darle lo que él tan desesperadamente quería.

Pero Nam sería un monstruo por ceder. Jin era una gran herida abierta, desesperado por alguien que fuera todas las cosas que su padre no era y Nam no podía hacer eso, no de la forma en la que el muchacho lo necesitaba, no de la forma en la que nadie lo necesitaba.

Había algo mal con él; un cable se había cruzado y ahora ya no habría vuelta atrás.
Se tenía que masturbar y jodidamente olvidarse de ello. Poner todos estos pensamientos en una caja y colocarlos en un estante y simplemente hacer su maldito trabajo.

Nunca debió haber entrado en la habitación de Jin anoche.
Había sobrepasado los límites de sus deberes. Pero después de verlo sobre esa barandilla, a una fuerte ráfaga de viento o a un torpe paso ebrio de la muerte, la tristeza prácticamente radiando de él… Nam sabía que no podría dormir sin antes revisar y asegurarse de que él estaba bien.

No había esperado encontrarlo con los ojos vendados, desnudo y expuesto como una ofrenda. Toda esa piel pálida cremosa contra el negro puro de los edredones había dejado a Nam duro y goteando, el sólo imaginarse todas las cosas que le podría hacer.

Incluso había contemplado deslizar sus manos dentro de su sudadera y masturbase mientras miraba al muchacho dormir antes de que pudiera entrar en razón.

Sería demasiado fácil tomar al muchacho, hacerlo suyo.

Serías un buen Daddy.

Eso es lo que había dicho Jin. Daddy. La palabra había estado en la cabeza de Nam toda la noche mientras se empujaba contra su puño apretado, ojos fuertemente cerrados, imaginándose a Jin montando su polla, con su cabeza inclinada hacia atrás, rojos labios llenos semiabiertos mientras jadeaba, suplicándole a su Daddy que le diera lo que necesitaba. Mierda, Nam quería eso.

Él quería hacerlo rogar. Quería escuchar las súplicas desesperadas salir de esos perfectos labios pecaminosos. Quería saber cómo luciría Jin inclinado hacia delante y cubierto con las huellas de las manos de Nam.

Mierda.

Nam estampó sus puños contra el mostrador. Él era un maldito soldado, y este niño era un trabajo. También era el hijo de un poderoso senador conservador que no tenía reparos en tratar a su propio hijo como un criminal.

Embriagador||NJ|| ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora