Capítulo Tres

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NamJoon.

Nam dejó caer su bolso en la cama tamaño King y agitó la cabeza mientras miraba alrededor. Jamás había visto una habitación así de grande. El techo elevado, y toda la mueblería tenían un escaso aspecto moderno que hizo que Nam se sintiera como si hubiese entrado un museo de arte.

Una biblioteca de metal cubría la totalidad de la pared a su derecha y dos sillas negras curvadas de aspecto incómodo reposaban ante un mueble frente a la ventana que formaban dos paredes de su habitación. Todo era negro o blanco o acromatizado, pero la cama lucía lo suficientemente confortable para Nam, y eso era todo lo que le importaba.

Tiró de su corbata hasta aflojar y la dejó caer sobre la cama, seguido de la chaqueta, la camisa y los pantalones. El senador no estableció ningún código de vestimenta particular y Nam se negaba a usar traje para cuidar de un malcriado niño rico en un condominio de diez millones de dólares.

Se deslizó en una camiseta y un par de jeans azul pálido antes de caminar hacia la ventana y observar hacia la lejana y bulliciosa ciudad.
Nam no estaba seguro que era lo que esperaba cuando Jin abrió la puerta, pero no era a un hosco ángel caído con brillantes ojos verdes y alborotados rizos rubios.

Era todo músculo pulcro y bordes afilados, era ágil como si esos músculos los hubiese obtenido haciendo natación en la piscina, y no levantando pesas en el gimnasio. Sus rasgos eran casi… delicados. Pómulos altos y una mandíbula perfecta.

Él era… Él era lindo. Hermoso, incluso. Los escultores trabajaban toda una vida para crear esa clase de perfección.
Sacudió el pensamiento fuera de su cabeza. Jin era un niño, dieciocho años menor que él.

No podía pensar en él como algo distinto a trabajo. Él era solo trabajo. Un cheque que realmente necesitaba. Si pensaba que sería problemático, un chico que necesitaba una mano firme y la corrección que su padre decía, entonces las cosas podrían salirse de control.

Nam sabía perfectamente lo que había que hacer con chicos que necesitaban disciplina, y eso definitivamente no podría pasar. Nunca. Sin importar cuán atractiva le pareciera la idea.

Tiró las cosas de la maleta y las empujó en el armario para mantener su cabeza fuera del chico que se hallaba tras la puerta. Quince minutos después, un suave golpe se escuchó. Él se detuvo y abrió la puerta de un solo golpe.
Manjung estaba de pie del otro lado con un sándwich gigante y un vaso de leche.

—Creí que podrías tener hambre —Dijo con una sonrisa plácida en el rostro.

  —Oh, uh, gracias —Tomó la ofrenda mientras ella observaba al interior de la habitación —. Uh, ¿quieres entrar? —Preguntó. No es como si fuese impropio; la habitación era del tamaño del apartamento de alguien más. Había una sala de estar, por el amor de dios.

—Sí, por favor, solo un momento. Eso sería maravilloso.

Él dio un paso atrás, haciendo un gesto con el vaso de vidrio para que entrara.
Ella caminó hacia una de las sillas negras de forma extraña y tomó asiento. No era una mujer joven como pensó a primera vista.

Su rostro era un mapa de arrugas y no usaba ni una gota de maquillaje. Podía ver que su cabello una vez negro había cedido hace tiempo al color plata, incluso aunque estaba atado en lo alto de su cabeza.

Tomó asiento en la silla negra opuesta a ella y le dio una mordida gigante al sándwich, intentando no gruñir de placer ante la combinación de jamón con mostaza dulce.

—Está genial. Muchas gracias —Dijo alrededor del mordisco.
Ella le sonrió por unos instantes antes de que su rostro se tornara serio.

— ¿El señor JunHwan te envió para que fueras el nuevo niñero del muchacho?
Nam arrugó el ceño ante esas palabras.

Embriagador||NJ|| ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora