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–Yo no soy depresiva y no odio a todo el mundo, solo a los humanos-afirmé rodando los ojos–los animales son completamente adorables e inocentes, no pueden ser el objetivo de ningún odio, ni siquiera del mío-mi acompañante bufó poniéndose de pie sin soltar la cadena del columpio. La observé permanecer inmóvil sin pronunciar palabra, mordisqueó sus labios de forma nerviosa hasta soltar un suspiro y voltear en mi dirección.

–Creo que ya es hora de irnos, se hará tarde y aún tengo cosas que hacer en casa-se excusó empezando a caminar, me levanté y caminé a su lado con un par de metros de distancia. El regreso a mi residencia temporal fue más largo de lo que me hubiera gustado, el silencio incómodo y las calles casi desiertas no ayudaban a aminorar su tiempo de duración y el sentimiento extraño que influye en todo mi cuerpo.

–Puedo acompañarte a tu casa si quieres, está bastante oscuro ya, podría ocurrirte algo-propuse ya al final del camino, la gran puerta roja se erguía frente a nosotras.

–Puedo ir sola, no te preocupes, son un par de cuadras-su voz salió en un hilo, asentí dejándola marchar y entré a la casa mirando por la ventana mientras se alejaba. Solo unos segundos después salí siguiéndola de cerca, dispuesta a verla entrar en su casa sana y salva, después de todo sigo siendo un ángel. La veía caminar despacio delante de mí, saltando de un lado a otro, saludando a las pocas personas que se encontraba en el camino. Ingresó al supermercado saliendo minutos después con una bolsa llena de golosinas; sonreí de lado cuando empezó a comerlas y reír, sigo sin entender cómo es capaz de ser feliz viviendo en este lugar, entre estas personas, entre toda la maldad y oscuridad del mundo, cómo es capaz de mantenerse pura entre tanta inmundicia.

Llegó a una casa bastante blanca, tradicional y muy arreglada, con buena iluminación, un jardín precioso y el césped perfectamente cortado siendo recibida, al abrir la puerta, por tres bolas de pelos, dos blancas y una marrón oscuro. Se puso de cuclillas acariciando a cada una de ellas antes de adentrarse por completo y cerrar justo detrás de ella. Me quedé parada en la acera por alrededor de veinte minutos más, realmente no sé que estaba buscando o esperando que pasara, no entendí mi necesidad de quedarme allí mirando su hogar como una estúpida; mientras que Jennie debe estar muy cómoda en su cama entre los brazos de un, o una, ardiente amante. Fundí mi cuerpo con la cama nada más regresar, me sentía cansada, tanto física como mentalmente; las emociones de este último día fueron demasiado abrumadoras.

–Otro asqueroso día, en este asqueroso mundo poblado de asquerosos humanos-bufé contra la almohada dándome vuelta sobre mi espalda hasta quedar boca arriba, respiré profundo ajustando el cobertor a mi cuerpo.

No tengo ganas de levantarme de la cama, las historias y personas que conocí en el comedor social rondaban mi mente una y otra, y otra vez en estos días. Muchos de ellos habían pasado por más cosas de las que soy capaz de imaginar, sufrieron tanto que hasta el más fuerte podría haberse derrumbado, pero no. Ellos seguían de pie, seguían viviendo su vida hecha añicos; mostrándole a los demás que se puede seguir adelante, aunque más que vida creo que es meramente existencia, no sienten felicidad, satisfacción, no sienten nada más que dolor; y aún así permanecen amables, compasivos, dándote su mejor sonrisa cuando lo necesitas por más que ellos se estén derrumbando por dentro.

Por otro lado está Jennie, con su vida perfecta; graduada a una edad temprana; con una casa hermosa; un físico completamente envidiable; seguramente una pareja tan perfecta como ella; dedica parte de su tiempo a la caridad y ¿por qué? Realmente no tengo ni la más mínima idea, no tiene la necesidad de hacerlo, esas personas no le pueden pagar, ni tienen algo que a la castaña le pueda interesar. Y aún así es feliz, es capaz de preocuparse por otros sin posponer su felicidad, sin lucir como una víctima amnegada por la crueldad del destino, como un ser humano tan sufrido que decidió dedicar su vida a los demás para que no sufrieran también.

Volví a girar sobre mi cuerpo dejando a la nube entre mi abdomen y mi pecho. Dejé caer una pierna fuera del colchón; grité mordiendo la almohada para amortiguar el sonido, grité hasta estar lo suficientemente cansada, incluso para pensar. Mi mente se quedó en blanco por varios minutos para mí satisfacción. Unos suaves golpes en la puerta llamaron mi atención, si me queda callada lo suficiente seguro se irá, no tengo intenciones de salir hoy de esta habitación; la señora Hyung siguió insistiendo en su propósito de despertarme y yo en el de ignorarla, es chirrido de las bisagras retumbó en mis oídos, cerré los ojos rápidamente pero el sonido de mi estómago al oler el exquisito aroma de la comida me delató.

–Sé que estás despierta Jisoo, te dejaré aquí el desayuno-la bandeja metálica chocó contra la madera de la mesita de noche a mis espaldas–Cuando te lo termines alístate que vamos a salir-habló a punto de dejarme sola otra vez, mas la detuve aún sin voltear a verla.

–¿A dónde vamos?¿Es estrictamente necesaria mi presencia?-inquirí con voz cansina, no quiero ir a ningún lugar, solo quiero hacerme uno con mi cama y despertarme cuando ya haya culminado el año de sentencia.

–Lo es, es necesario que estés ahí, además de que no viniste aquí de vacaciones-contestó con molestia, ¿llevo cuánto, dos, tres días en la Tierra? Y al parecer ya la harté de mi presencia–Respondiendo a tu otra pregunta, vamos a un hospital de niños, llevaremos algunas funciones que tenemos montadas con el grupo artístico de la asociación, habrá música en vivo, teatro de títeres, actuaciones de payasos y manualidades. Intentaremos que se sientan bien y que olviden sus situaciones al menos por unas horas-aclaró y la escuché suspirar–Espero que hacer felices a unos niños no sea demasiado desagradable para ti.

Vivir sin permiso (Jensoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora