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Juro que esta es algún tipo de tortura es de esas que te engancha hasta que eres solamente un esclavo a su disposición. Para mí desgracia no la estoy pasando mal con Jennie, aunque sigue sin atraerme la posibilidad de compartir más tiempo con ella o con cualquier otro ser humano.

–¿Segura que no quieres más? Te aseguro que no aumentará tu perfecto peso por otra rebanada de pastel-bromeó colocando el plato con el postre frente a mi–además tu tía me dijo que no has comido nada desde ayer al mediodía-una sonrisa ladina adornó su rostro e hizo esos ojitos brillantes que suelen hacer los niños caprichosos cuando los adultos no quieren hacer lo que ellos le piden; y ahora entiendo por qué nunca se pueden negar. Suspiré derrotada tomando un trozo grande y llevándolo a mi boca para después verla celebrar con un mini baile.

–¿No crees que ya es suficiente comida por hoy?-una mueca de asco se formó en mi cara cuando el aroma de un pastel recién sacado del horno penetró en mis fosas nasales.

–Está bien-se encogió de hombros dándose por vencida y se puso de pie extendiendo su mano en mi dirección. Me levanté ayudándome del borde de la mesa, no tengo ni la más mínima intensión de tocarla o intimar con ella–¿Sabes que podrías proponer algún tema de conversación también verdad?-indagó después de caminar varios minutos en silencio, apresuró el paso hasta el centro de un puente del parque principal y se recostó en el barandal luego de acariciar a un cachorro que pasaba por ahí–Supongo que sí-sonrió mirándome–y supongo también que no quieres hacerlo-lanzó una piedrita al lago espantando a unos peces; me ubiqué a su lado manteniendo una distancia prudencial–No quieres tener contacto con nadie, lo entiendo, te aseguro que sí, pero no es bueno estar absolutamente solo-comentó intentando acercar su mano a la mía, mas la aparté sin que lograra su cometido; un suspiro se escapó de sus labios, se me cerró el pecho cuando noté su rostro triste, como si me costara respirar.

–No me gusta conversar, prefiero escuchar, eso sí se me da bien-agregué prácticamente como una necesidad, necesidad de hacerla sentir mejor, de que la expresión de su rostro vuelva a ser alegre.

–Entonces hablaré y hablaré hasta hasta que te guste, hasta que quieras comentar algo de lo que he dicho o hasta que te sangren los oídos de tanto escucharme y me pidas que me calle-alegó de buen humor siguiendo su camino, reí bajo y la seguí de cerca. Jennie se detenía en cada puesto a comprar algo, y por cada animal que se encontraba para acariciarlo. Me llevó a muchos lugares bonitos, cafetería en las que solo nos sentamos a conversar, bueno, ella no paraba de hablar y yo de escucharla; fuimos a una torre muy alta, algo así como un faro, que se ilumina de muchísimos colores cuando anochece, o al menos eso nos dijeron. Al final terminamos en una playa hermosísima, tal cual la naturaleza la hizo, al parecer se respetó su aspecto original, solo hay carritos vendiendo comida y bebidas.

La observé correr por la orilla de la playa mojando sus pies, se giró caminando de espaldas mientras levantaba los brazos saludándome. Moví sutilmente mi mano al mismo tiempo que una pequeña sonrisa tiró de mi rostro. Me apresuré hasta alcanzarla entregándole el jugo que acabábamos de comprar; quité mis zapatos también y dejé que la espuma pasara entre mis dedos «¿A qué no me atrapas?» gritó carcajeándose de mí comenzando a correr. La imité sintiendo el aire salado golpear contra mi rostro, el cielo empezaba a tornarse de bellos tonos que van desde el rojo hasta el azul, pasando por el amarillo, naranja y morado; una verdadera obra de arte.

La silueta de mi acompañante se volvía cada vez más oscura, más mágica, y ahí estaba de nuevo ese palpitar en mi pecho y ardor en mis mejillas ¿será que mientras esté en la Tierra soy tan mortal como los humanos?¿puedo enfermar y morir también como esos seres inferiores? tal vez eso también es parte del castigo. Llegamos corriendo a un parque infantil completamente solitario, Jennie pasó por cada uno de los juegos hasta terminar en los columpios, durante todo ese tiempo yo me dediqué a observarla de pie en un rincón, la forma en que sus ojos se achican cuando sonríe mientras que sus mejillas se abultan dándole un aspecto aniñado, como una bebé. Tomé asiento en el columpio a su lado balanceándome lentamente terminando de ver la puesta de sol y las luces de la ciudad comenzar a encenderse. Garraspeé intentando que las palabras salieran de mi boca pero lo máximo que conseguía era emitir un sonido vago. Nunca se me ha dado bien eso de entablar conversaciones con alguien más y mucho menos con un humano, tampoco creí que querría hablar con uno después de que me desterraran del cielo por su causa.

–¿Por qué estás tan feliz de vivir en este maldito mundo rodeado de personas tan desagradables?-inquirí al fin trazando dibujos en la tierra con una rama seca, todo movimiento a mi lado se detuvo cortándome también la respiración. Clavé mis ojos en ella contemplando su perfil, incluso así parece un ángel.

–No sabía que eras de ese tipo de chicas depresivas que lo odian todo y a todos-soltó una suave carcajada sin despegar sus ojos de las estrellas que comenzaban a aparecer en el firmamento–Y respondiendo a tu pregunta, soy feliz porque quiero, porque no necesito de nadie más para que lo haga por mi, soy feliz porque me centro en las pequeñas y bellas cosas de la vida, porque aunque no lo creas hay personas que tienen más motivos para estar tristes y aún así sonríen, porque estoy viva y he logrado todas las cosas que he planeado, porque la vida es muy corta y la mayoría se dan cuenta demasiado tarde.

Vivir sin permiso (Jensoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora