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He estado esperando en la puerta de urgencias desde hace más de dos horas; ya he recorrido este maldito pasillo unas cien veces caminando en círculos, me he tomado más de siete vasos de ese líquido oscuro llamado café, bastante malo a mi parecer, y aún no recibo ninguna noticia de Jennie.

–¿Familiares de Jennie Kim?-preguntó la misma doctora del hospital de niños saliendo por las grandes puertas; me acerqué a ella con rapidez «Yo, yo la traje ¿cómo está?»–Sufrió un colapso pulmonar por esfuerzo excesivo, en su condición es muy peligroso ese tipo problemas-explicó leyendo el informe en la tablilla–Ya hemos logrado estabilizarla, pero deberá quedarse un par de días en observaciones. Dentro de unos minutos la trasladarán a una habitación y podrá verla-asentí dándole las gracias y recibiendo el número del cuarto.

Cuando lo recibí entré a la habitación con un nudo en la garganta y al verla tumbada en esa cama, indefensa, tan pálida como las sábanas que la cubren, y suero y oxígeno conectados a su delicado cuerpo algo dentro de mí se rompió. Me senté en la silla a su lado tomando una de sus manos entre las mías con cuidado de no mover la aguja. Suspiré sorbiendo mi nariz y limpiándome las lágrimas que se reusan a dejar de caer; acaricié su cabello con suavidad sin estar segura de cómo sentirme, tengo un remolino de sentimientos adueñándose de mis pensamientos que no me dejan actuar con normalidad.

Me incliné sobre la cama descansando, por unos segundos, mis labios sobre su frente. Duele mucho el hecho de saber que no tiene a alguien, no tiene a alguien que se preocupe por su salud, por si está comiendo bien, alguien para que le haga compañía en momentos como este, alguien a quien pueda ver a su lado cuando despierte. ¿Por qué las buenas personas son las que más sufren?¿Sufren porque son buenas? o ¿Son buenas porque sufren?

Por favor despierta, Jennie, por favor.

–No me gusta cuando lloras-su dulce voz llegó a mis oídos como un aliento fresco de la primavera provocando que llorara aún más al mismo tiempo que besaba el dorso de su mano de forma cariñosa–¿Podrías darme un poco de agua? Tengo la boca seca-recién me di cuenta de lo resecos que se encuentran sus labios y la dificultad que le representa hablar.

–Por supuesto Jen-me levanté a toda prisa ubicando una botella con agua al tiempo y una pajita, se la acerqué a la boca sosteniéndola por ella–Aquí tienes, toma despacio-tuve que recordarle cuando casi se atraganta con el líquido. Dejé el recipiente a un lado volviendo a mi posición anterior, solo observándola, con un poco más de paz en mi corazón al saber y ver, que está bien y que se recuperará pronto.

–¿Cómo está la imprudente de mi paciente?-la galeno ingresó a la estancia portando un semblante más relajado que en nuestro encuentro en el pasillo; la castaña le sonrió de lado en contestación–Sabes que si tu amiga no hubiera estado a tu lado podrías haber muerto ¿verdad?-inquirió con seriedad parándose del lado contrario de la cama; la sola mención de que podría morir hizo a mi sangre helar–En tu condición no puedes sobresaltarte de esa manera, podría costarte la vida. ¿Cuántas veces más voy a tener que repetírtelo para que lo entiendas y dejes de hacer locuras?

–Doctora-habló muy despacio girando sobre su costado para poder verla directamente–prefiero morir por haber vivido, que estar viva sin estar viviendo-comentó como si eso fuera respuesta suficiente para todos los alegatos anteriores y no pude evitar molestarme, no solo por la poca importancia que le da a morir, sino también por la injusticia que es negarle la vida a una persona tan increíble cómo ella–¿Cuándo podré regresar a casa?-preguntó como si hace unas horas no hubiese estado a punto de morir.

–Te quedarás en observación por los próximos dos días, dependiendo de tu avance te daremos el alta, pero-agregó antes de que Jen se pusiera a reclamar por la retención involuntaria pero necesaria–deberás quedarte con un acompañante, lo mejor es que tengas compañía la mayor parte del día por al menos un mes. Para evitar que este episodio se repita-dijo con pesar dejando ir un suspiro, al parecer la doctora tiene un gran apego emocional con Jennie; sus ojos y forma de actuar me lo dicen, además de que ella preocupación que muestra es muy parecida a la de una madre por su hija–o si lo hace, tener mayor posibilidad de asistencia inmediata.

–No se preocupe doctora-interrumpí antes de que la paciente pudiera reclamarle algo a la mayor–yo no me despegaré de ella ni un segundo,me aseguraré de que no haga demasiado esfuerzo y de cuidar su salud-me comprometí casi automáticamente, si me hubieran dicho un tiempo atrás que algún día haría esto me hubiera reído en su cara, porque obviamente, odio a los humanos, aunque ahora no a todos.

–Perfecto, cuídala bien por favor, Jen es una chica increíblemente terca y cabezota cuando algo no le convence-advirtió abandonando la habitación

–¿Por qué lo hiciste? Yo puedo cuidarme sola, hasta ahora lo he hecho y estoy perfectamente bien-se cruzó de brazos molesta, sé que puede ser incómodo que después de aprender a valerte por ti misma alguien más venga a decirte que es lo que tienes que hacer, mas es por su salud y estoy dispuesta a obligarla a aceptarlo si fuera necesario.

–Pues tu estado actual no dice lo mismo-dije refiriéndome al lugar donde estamos y al ataque que le dió hace a penas unas horas–Cuando me hablaste de tu enfermedad prácticamente huí de tu lado y me escondí-murmuré avergonzada de mi reacción, fui una estúpida en ese momento, y no pensé en que ella es la que más sufre con su condición–lo hice porque no supe cómo lidiar con lo que te está pasando, pero después me prometí a mi misma que estaría a tu lado para lo que necesitaras, incluso si tú misma te negabas-confecé volviendo a tomar su mano entre las mías–¿Me dejarás cumplir esa promesa?

Vivir sin permiso (Jensoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora