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«... haga lo que haga voy a morir... » esa frase se repetía una y otra vez en mi cabeza como un bucle, un disco rayado que le hace daño a los oídos y a la mente. Esa noche ni bien terminó de decir esas palabras me quedé bloqueada por completo, no sabía que decir, que pensar, no sabía siquiera como reaccionar ante esa noticia.

Los días siguientes estuve evitándola, en parte porque me congelé, me cerré a los nuevos encuentros por no saber cómo procesar está información; ¿lo peor? Qué por ignorarla también me reprochó, por no apoyarla y decirle que estaría ahí cuando me necesitara, aunque tampoco sé si realmente estaré aquí, no sé si lo que siento por ella es empatía y por eso quiero ayudarla, pero si lo fuera no me abría cerrado de esa forma al tema ¿verdad?

Volví a rodar en la cama tumbándome del otro costado, el polvo del colchón se coló en mis fosas nasales haciéndome estornudar, pues había destendido las sábanas por tanto movimiento. Bufé por enésima vez apretando la mandíbula, ¡es horrible! ¡Me siento agobiada! Siento como si tuviera que hacer algo, como si fuera necesario; pero por otro lado no tengo la energía para hacerlo, no puedo levantarme de la cama aunque lo piense y me decida hacerlo millones de veces. ¡Es frustrante!¡No sé qué estaba sintiendo antes y con la nueva información no sé lo que estoy sintiendo ahora! Es como si se me juntara todo de golpe, todos esos sentimientos a los que aún no he podido ponerle nombre.

Las lágrimas volvieron a escurrirse de mis ojos sin que las pudiera detener o que al menos hiciera el intento para lograrlo. Gimoteé enterrando el rostro en la húmeda almohada; volví a autocompadecerme como tantas veces lo he hecho en estos días, básicamente está ha sido mi rutina la última semana: despertar, asearme, tumbarme otra vez en la cama, dar vueltas por todo el colchón, comerme la cabeza a preguntas que no puedo responder, agobiarme por no poder salir de este bucle enfermizo, llorar, quedarme dormida y volver a despertar. Así un día tras otro, sin probar bocado, sin recibir visitas, sin ver siquiera más luz del sol que los débiles rayos que se colaban por la cortina.

–¡Jisoo!-llamó la señora Hyung a gritos a través de la puerta, golpeó la madera haciéndola resonar por toda la habitación–Jennie vino a verte-trató de nuevo de llamar mi atención, tuve toda la intención de ignorarla, otra vez, pero una voz dulce y aterciopelada me hizo cambiar de opinión.

–Chu, por favor, déjame entrar-suplicó con voz quedada y casi pude ver sus ojitos de cachorro como si estuviera frente a mi.

–Pasa-mi voz se apagó incluso antes de terminar la palabra, me duele la garganta y por más que intento emitir algún otro sonido, nada sale. Estiré el brazo lo máximo que mis atrofiados músculos me permitieron, empujé una estatuilla metálica de un elefante logrando que hiciera ruido al golpear el suelo. La puerta se abrió rápidamente después de haber ocurrido un alboroto del otro lado y ambas mujeres entraron a pasos rápidos; la mayor se quedó de pie a un par de metros de la cama al mismo tiempo que Jen tomó asiento en el borde de esta sujetando mi mano entre las suyas de forma cariñosa.

–Parece que la que se está muriendo eres tú y no yo-bromeó la morena provocando que mis ojos se cristalizaran, no me gustó que dijera eso, no quiero creer que se irá. El destino es demasiado injusto con las personas buenas, si pudiera le regalaría cada uno de los años que me quedan de vida; con solo saber que estaría bien sería suficiente para mi. Las gotas saladas mojaron mi piel nuevamente aterrizando sobre las sábanas–No estás bien Jisoo, tienes que dejarte ayudar, no puedes huir más de mí-acarició con delicadeza mi rostro y cabello, ordenando un poco este último; sorbí mi nariz y sonreí perezosamente siendo correspondida por ella–En primer orden tienes que comer algo, estás muy débil-miró a nuestra mayor de forma sugerente y esta entendió al instante, salió de la habitación rumbo a la cocina–Después daremos un paseo, me acompañarás a hacer las compras y así estirarás las piernas-sobó mis brazos levantándome y obligándome a recostar la cabeza sobre sus piernas; al principio me resultó un poco incómodo, mas cuando sus dedos comenzaron a rozar mi cuero cabelludo, mi cuerpo se llenó de paz y tranquilidad. Todos los pensamientos que me han estado atormentando durante días simplemente desaparecieron, como por arte de magia.

–Jen-musité esperando que me escuchara, hizo un sonido gotural para confirmármelo y pedir que continuara–no quiero que mueras, no sé por qué pero de solo pensarlo me duele aquí-señalé mi pecho acurrucándome más contra sus muslos–Jen-volví a llamar luego de unos minutos, otro sonido de asentimiento salió de su garganta, me giré boca arriba para poder verla–Creo que tienes razón, sobre eso que dices que puedo estar sintiendo-admití con vergüenza–porque no tengo ni idea de por qué lo siento ni que significa, y no puedo descifrarlo por más que lo intento-me sinceré exteriorizando mis preocupaciones por primera vez sin temor a que me juzguen o a que me condenen por ello.

–Es que ese sentimiento no se entiende, solo se siente-el marrón de sus ojos se iluminó al decir esas palabras, y el calor en mis mejillas y el cosquilleo en mi estómago aparecieron otra vez, por un segundo volví a pensar que estaba enferma–Te aseguro que lo sientas o no me mantendré a tu lado todo el tiempo que la vida me lo permita-descansó sus labios sobre mi frente durante brevísimos segundos en donde sentí todo lo malo desaparecer.

–Si tuvieras la oportunidad de curarte-hablé con cuidado midiendo mis palabras, si hablo de más podría ser peligroso para ambas–si te dijera que puedo hacer un milagro y que podrías vivir una vida completamente normal, con la duración normal ¿la tomarías?

Vivir sin permiso (Jensoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora