Capítulo 11

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Habían pasado tan solo dos días desde que Alba había ido a buscar a Natalia. La última mencionada, por su parte, se había encerrado en su habitación.

Tan solo era capaz de pensar en lo mal que se había expresado con la rubia.

Alice, que estaba harta de que no le contara lo que había sucedido, terminó irrumpiendo en la habitación de su amiga, con una buena ración de chocolate con churros.

-Venga, empieza a contarme.- Le extendió la bolsa con los churros.

-La he cagado con Albi, Alice.- No puso resistencia al interrogatorio.- No me supe expresar bien y... Joder.

-No me estoy enterando de nada, Natalia.- Respondió con dulzura.- Empieza desde el principio, anda.

-Le he dicho que no sé si quiero seguir con ella porque me está viniendo muy grande lo de que tenga dos hijos.

-Joder, Natalia.- Alzó las cejas realmente sorprendida.

-Ya lo sé, y ni siquiera es para tanto.- Bufó.- ¿Que si me la quiero llevar al cine me toca ir con esos dos renacuajos? Pues no pasa nada, si los adoro.- Se mordió el labio.- Si me adoran tanto como yo a ellos...

-¿Y qué es lo que te preocupa, entonces? Porque yo te veo bastante segura de querer seguir con la rubia.

-Que no sé si yo voy a poder encajar bien ahí, Alice. ¿Y si me deja?- Tragó saliva.

-Eres gilipollas.- Bufó.- Por miedo a que te deje le has dejado tú, gran solución.- Ironizó.

-Ya lo sé... Y ahora me da miedo hablar con ella, no sé cómo va a reaccionar...

-Me da igual cómo reaccione, Natalia. Vas a su casa, le llevas un buen desayuno, y hablas las cosas con ella.- Se puso seria.- Es Alba, has estado cinco años hablándome de ella. Como dejes pasar esta oportunidad que no todo el mundo consigue otra vez, te juro que te echo de casa.

-Pero...

-Pero nada, date una ducha, ponte bien guapa, y vete a buscarla.

Una hora y media fue lo que tardó en arreglarse. Se lo pensó mucho, pero terminó poniéndose aquella sudadera que tenían igual y que, sin duda, había representado todas sus reconciliaciones.

Alba, que estaba muy centrada en su ordenador, ni siquiera se enteró de que la puerta de su local se había abierto, por lo que siguió a lo suyo hasta que escuchó un carraspeo. Al levantar la mirada, se puso tensa. No se la esperaba ahí para nada, y menos con esa sudadera.

-Hola.- Musitó la morena, algo acongojada.

-¿Qué haces aquí?- Aunque intentó sonar algo borde, no pudo ocultar la ilusión que le había hecho verla.

-Creo que no me expliqué bien el otro día.

-¿Y ya te has pensado lo que quieres decirme y cómo?- Sonrió de lado.

-Sí, pero prefiero ir a tomar algo. Yo invito.- Extendió su mano, que temblaba un poco por los nervios.

Llegaron a una cafetería pequeñita que había a un par de calles del estudio, decorada con plantitas y en las que, para sorpresa de Alba, había gatos sueltos.

-Es súper chula.- Sonrió emocionada, mirando a la más alta con ilusión.

Natalia se prometió a sí misma no volver a robarle el brillo de los ojos.

-Me acojona que veas que no encajo en tu vida, Albi. Y fui gilipollas y decidí cortarlo de raíz.- Le explicó nada más darle el primer sorbo al café.- No hay más, no tengo excusa, lo hice mal y me arrepiento, lo siento.

Dos primaveras// AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora