Capítulo 18

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Llevaban media hora esperando a que Alice llegara, y aunque tuviera mucho trabajo que hacer, la morena se había dedicado a enseñarles cada rincón del estudio.

-¡Alice!- Corrió Natalia a abrazarla. La aludida no pudo evitar ilusionarse cuando la pequeña corrió hacia ella, pues aunque habían pasado bastantes horas juntas, ya no se veían tanto.

-¿Tú no me saludas o qué, Tomás?- Lo picó con tacto, sabiendo que era algo más tímido.

-Hola, Alice.- La saludó sin apartarse de las piernas de la más alta de los allí presentes. A Alba le enterneció que su hijo, siendo como era, se quisiera refugiar en la morena. Le daba mucha tranquilidad saber que se llevaban tan bien.

-Bueno, ¿empezamos?- Se dirigió hacia la sala donde estarían escuchando el disco de Alice.

-Chicos, mamá tiene que trabajar, así que os dejo con Nat, ¿vale?- Les advirtió antes de ir a por su cámara de fotos. Le habían pedido que grabara y fotografiara el proceso de la escucha y de las firmas que haría la artista.

Había pasado una hora desde que habían empezado, y Alba, que no dejaba de hacer fotos a Natalia en vez de a Alice, pidió parar un poco para hablar con la morena, que salió confusa de la sala con los pequeños siguiéndola.

-Tú te quedas aquí un rato, ¿vale?- La miró seria la rubia.

-¿Y eso? Va a parecer que no he estado.- Hizo un puchero.- Y sí he estado.

-Es que fotos tuyas ya tengo muchas.- Se mordió el labio con vergüenza por la confesión.

-Así que no has estado haciendo tu trabajo.- Soltó una risilla, nerviosa en realidad.- Va, me los llevo a dar una vuelta al parque para que se cansen un poco y vuelvo, ¿vale?

Alice, por supuesto, no pudo evitar picar a la rubia con aquello en cuento se enteró de lo que había sucedido. Les parecía que eran demasiado monas juntas como para ser real que pudiera haber dos personas que se adorasen tantísimo. Pero una cosa no quitaba la otra. Y fastidiaba era una de sus aficiones favoritas.

Días después, el día de irse a Valencia llegó, y con él, las miles de sensaciones distintas de ambas. Por una parte estaban nerviosas, por lo que implicaba el viaje y por lo que suponía ver a sus amigos. Por si la broma saldría bien o no. Y por volver a su adolescencia en su más puro estado.

-Nat, me estoy mareando.- La cogió del brazo mientras se sentaba en su asiento después de haber vuelto del baño.

-¿En serio?- Se preocupó.

-Es que me sientan fatal los barcos.

-¡Pero si fuiste tú la que tanto insistió en que viniéramos en barco!

-Pero porque odio el avión.- Hizo un puchero.- Mimitos, porfa.

Descubrieron que en un viaje en barco podían llegar a llevarse realmente mal. Una estaba encantada y la otra harta. Lo que ocurría es que la que estaba encantada, era la misma que se mareaba cada diez minutos. Pero era pensar que por lo menos no habían cogido un avión y se le pasaba enseguida.

-¿Cómo has quedado con tu hermana y con tu madre al final?- Interrumpió Alice cuando las vio más acarameladas de lo que deberían, teniendo en cuenta que había visto a la que supuso que era Marina una vez habían bajado del barco.

-En casa, ¿por?

-Porque creo que es aquella.- La señaló con la cabeza. Alba, que se giró enseguida para buscar a su hermana, soltó enseguida la mano de Natalia.

-Nos vemos en otro rato, amor.- Dejó un rápido beso en sus labios antes de que las viera.

Cuando llegó a la altura de su madre, se extrañó de no ver a su madre, pero su hermana le explicó que había ido a comprar una botella de agua. Algo que echaba de menos era la temperatura en Valencia cuando empezaba a acercarse el verano.

Dos primaveras// AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora