Capítulo 3 🥀 ¿Miedo?

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— Enzo Santoro — digo alargando las palabras sin apartar mis ojos del chico que tengo enfrente

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— Enzo Santoro — digo alargando las palabras sin apartar mis ojos del chico que tengo enfrente.

Estoy furiosa, no solo porque haya interrumpido mi polvo, también porque definitivamente la foto no le hacía justicia, no pienso lidiar con esta persona protegiendo mis espaldas.

— Mira. — Se levanta dando dos pasos hacía mi, me veo obligada a levantar la cabeza para mirarlo a los ojos, aunque esto no es nuevo, siempre he odiado medir poco más de metro y medio —. Leonardo me informó de que si escuchaba algo debía actuar, nadie me dijo que estuvieses con tu novio.

Me muerdo la lengua antes de decir que Matteo no es mi novio, no creo que sea un dato que deba interesarle.

— No necesito un orangután en la puerta de mi habitación — digo apretando la mandíbula.

— Tu padre no opina lo mismo —. Gira su cuerpo completamente, dándome la espalda —. Y es quien me paga.

Se tumba en la cama, dejando la pistola en la mesilla de noche y se quita las botas haciendo fuerza con los pies, lleva sus brazos bajo la cabeza, marcando aún más los músculos de su cuerpo. Me jode admitir que es un monumento.

— ¿De dónde eres? — pregunto, su acento no es el habitual de un español.

— De Nápoles.

— Tu acento — insisto —, los hombres que mi padre trae de España no hablan así.

— ¿Conoces a caso España? — Se ríe, y siento como un escalofrío recorre mi espalda al escucharlo —. Galicia.

Genial, papá solo trabaja con la gente de esa zona para mover la droga, y los cuales, en su gran mayoría, también consumen. Cada vez se confirman más mis sospechas de que es la peor persona para estar en mi casa.

— Tierra de camellos — insisto, pero me callo de golpe cuando gira su cara y aprieta la mandíbula, creo que ya he encontrado como hacerle daño.

— La misma gente que trabaja para tu negocio familiar — gruñe levantándose de la cama y parándose frente a mí—. Hace años que no piso mi país, pero te aseguro que no tiene nada que envidiar al tuyo, niña de papá.

Lo miro arqueando una ceja y sonríe ante mi gesto, sin dejar de mirarme a los ojos, lleva una de sus manos a la espalda y la otra al frente, haciendo una reverencia burlona.

— Ahora mi se disculpa, majestad... — dice mirando la puerta e indicándome con una mano que salga.

— No soy ninguna majestad.

— No, si de eso no me cabe duda — responde mirándome de arriba a abajo.

— Soy tu jefa, podría mandar que te peguen un tiro.

— Mi jefe es Piero Marcheti, y no me he saltado ninguna de las normas claras que me indicó. De hecho, no recuerdo que tengas ningún cargo dentro de la Famiglia —. Se ríe, y me limito a contestarlo con un suspiro cargado de frustración.

LORETO © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora