Capítulo 16 🥀 Su cadena

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— Trata de mantenerte alerta durante toda la noche para detectar cualquier movimiento en la habitación de Alessia — dice Piero

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— Trata de mantenerte alerta durante toda la noche para detectar cualquier movimiento en la habitación de Alessia — dice Piero.

Asiento y Leo me mira fijamente, como si supiera que voy a estar demasiado pendiente de su hija.

Piero se voltea y mira a su amigo, frunciendo el ceño y obligándolo a girarse con una sonrisa divertida.

— Retírate.

Obedezco la orden de Piero y subo las escaleras lentamente. Todo mi cuerpo me duele; no recuerdo cuándo fue la última vez que dormí más de tres horas.

Miro por encima de mi hombro mientras Piero y Leo hablan con Gabriella, en un tono de voz que no alcanzo a escuchar.

Ayer Gabriella nos vio llegar. No habría sido un problema si Alessia no estuviera pegada a mí sin preocuparse por nada. Supongo que a pesar de las sospechas, Piero no quiere escuchar. No voy a ser tan estúpido como para contradecirlo. Los ánimos no están en su mejor momento.

Me detengo frente a la puerta de Alessia durante unos segundos para asegurarme de que no haya nadie, y golpeo suavemente la madera con los nudillos.

La puerta se abre de golpe y antes de que pueda darme la vuelta, una mano agarra el cuello de mi camiseta y me empuja hacia adentro.

— ¿Hola? — pregunto mientras miro a Alessia, que está apoyada contra la puerta y vuelve a cerrar el pestillo.

— Es alguien de mi familia — dice con la voz agitada.

— No entiendo...

— Tiene que ser alguien de mi familia — me interrumpe —. El chivato. Todo se fue a la mierda cuando llegaron.

Lleva su mano a la barbilla como si estuviera pensando, y veo las gotas de sangre en su brazo. Cierro los ojos, tratando de calmarme y de entender que no puedo enfadarme con ella, al menos no en este momento.

Nunca he sido un experto en estas cosas, pero con lo poco que la conozco, me ha quedado claro que Alessia es como una granada: explota cuando la presionan, lo cual la hace actuar de manera irracional debido a su ansiedad.

— Vamos a curarte la mano — digo sujetándola y dándole un beso en ella —, se te va a infectar...

— No me duele — me interrumpe —, creo que puede ser mi tío, el hermano de mi padre, Carlo. Me odia desde que tengo uso de razón...

Dejo de escucharla mientras la arrastro hacia el baño. Todas sus teorías tienen sentido, no me malinterpretéis, pero escuchar a alguien que está tan nervioso solo hace que quiera cerrarle la boca.

«Mantener su boca ocupada. Y se me ocurren bastantes formas.»

— ¿Por qué sonríes? — dice cuando enciendo la luz del baño.

Cierro la boca al darme cuenta de que quizás mi cabeza está igual de enferma después de todo.

— No he sonreído.

LORETO © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora