CAPITULO 9

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— Es la verdad Luke —. Tome con fuerza su rostro

Era parecido al de ella, pero no podía creer que con la mano que ahora la tocaba a ella, había asesinado a Daila.

— ¿Dónde la enterraron? —. Mi pecho subía y bajaba con fuerza

— En el cementerio que esta afueras de la ciudad —. Trago saliva

La miraba perplejo, algo dentro de mi pecho me decía que no era cierto, que no podía serlo, ella no podía morir si yo no se lo permitía.

— No te creo, la estas ocultando de mi para que no le haga más daño —. Ejercí presión en su mandíbula

— ¡Te estoy diciendo la verdad Luke, y tú lo único que haces es pensar que eres una persona buena, eres un maldito egoísta, hubiera deseado no tener un hijo como tú! —. Sus palabras no provocaban dolor en mi pecho

— ¡Si nunca hubieras existido la vida de mi hija no se hubiera extinguido por tu culpa! —. Aventó mi pecho con fuerza

— Sabes madre no hay nada más peligroso que enfrentarte a alguien que no tiene nada que perder —. Sus ojos se llenaron de lágrimas

— ¿A que te refieres Luke? —. Retrocedió unos cuantos pasos

— Que sin Daila ya nada me importa, que sin ella soy una mierda de persona, todo lo que lo toco lo destruyo, y todo lo que pasa por mi mente se convierte en realidad —. Tome con fuerza sus brazos

— Y ahora después de tantos meses sin sexo tú serás la que me saciará —. Sus ojos se llenaron de terror

— ¡Noo, suéltame, no me toques, soy tu madre! ¿Cómo puedes hacerme esto? —. Trato de salir de mi agarre

La tome de las piernas cargándola en mi espalda, sentía sus lágrimas recorrer mi espalda, y sus golpes en ella.

Pero nada me detendría ahora, no había obstáculos para mi, ya no...

— En mi mundo no hay lazos de sangre madre —. Entre a la casa

Me detuve al sentir esa aura pesada, miles de recuerdos llegaron a mi cabeza al entrar a la sala, tristes, buenos, sensaciones.

Observé como un niño corría detrás de una niña de cabellos lacios, reían y jugaban tratando de ocultarse del mal de su padre.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, eso se disipó en un abrir y cerrar de ojos, sentía la culpa en mi pecho al escuchar que por mi culpa había muerto.

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