CAPITULO 18

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Las lágrimas no se detenían de mis ojos, eran tan dolorosas que lo odiaba a él solo por provocar salir una sola lágrima de mis ojos.

Ni él ni nadie podría hacerme llorar de nuevo, era un maldito, pero ese maldito se consiguió un castigador.

— Si sientes dolor disfrútalo, sin dolor no hay placer —. Sonrió llego de orgullo porque era de sobra que él había provocado este dolor físico y mental

— ¡Eres un maldito! —. Escupi con rabia

— Como eres malagradecida, si las personas hacen algo bueno lo olvidan, pero si hacen algo malo lo recuerdan para toda la vida —. Torció los ojos con molestia

— Báñate y limpiate —. Se levantó de la cama

— Ah —. Se detuvo

Giro lentamente sobre su eje y sin previo aviso volvió a tomar con brusquedad mi mandíbula.

— Y recuerdalo Daila, serás mía por siempre, te jódere toda la maldita vida... Y si mueres, entraré al infierno contigo solo por placer y destruirte —. Sus ojos se clavaron en los míos

— Esto aquí no termina, vas a llorar, implorar, te incaras a mi merced, pero jamás tendrás piedad de mi parte —. Soltó con brusquedad mi mandíbula

Se levantó sin decir más, y es que a decir verdad no tendría que decir una sola palabra más para provocar miedo de mi parte.

Las lágrimas inundaron de nuevo mis ojos, no podía creerlo y mucho menos quería aceptarlo.

(...)

Sangre seca se aferraba a mi entrepierna, dolía y a la vez ardía mi parte vaginal.

¿Por qué un maldito recuerdo tenía que afectarme a mi? ¿Me estarán buscando? ¿Sabrán que este enfermo me rapto? ¿Por qué a mi?

Miles de preguntas invadían mi cabeza, miles de preguntas sin respuestas, miles de preguntas que ni si quiera sabia si eran reales o no.

— ¿Qué tal muñeca? —. Rápidamente alce la mirada al escuchar esa maldita voz que tanto odiaba

— ¿Como va esa vagina? —. Miro mis piernas al ver como corría pequeñas gotas de sangre por ellas

— ¿Como va a seguir? Es más que evidente que tengo desgarres —. Hable con rabia

— Lo sé... Estoy orgulloso de saber que las hice yo —. Sonrió con cinismo

Me quede callada observándolo, su actitud arrogante y pesada me provocaba escalofríos.

Su sonrisa cínica y perversa me daba miedo.

Sus ojos llenos de locura y obsesión era lo que más me aterraba, aquellos ojos que me miraban con sigilo.

Sus pensamientos me daban una muy mala vibra, sabía de sobra que en estos momentos estaba pensando en una y mil maneras que hacer con mi cuerpo.

Tal vez... No, ni si quiera quiero pensarlo.

— Déjame en paz y lárgate, aún no termino de limpiar mis heridas —. Tape mi desnudez

— ¿Necesitas ayuda? —. Mordió sus labios con indiscreción

— No —. Pegue mi espalda a la pared

Se quedo callado observando mi reacción, sonrió y sin más salio del baño.

Todo el aire contenido en mis pulmones salió expulsado al no sentir su presencia acechandome.

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