En la duodécima hora del primer día de octubre de 1989, 43 mujeres de todo el mundo dieron a luz. Lo raro de esto es que ninguna de ellas había estado embarazada cuando comenzó el día.
Sir Reginald Hargreeves, un excéntrico multimillonario y aventur...
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Omnisciente.
Cada ciudad, cada pueblo, tiene su lugar misterioso. Ese que todos ubican fácilmente, pero muy pocos conocen en realidad. Ese lugar que solo sabe causar intriga, fascinación e historias intrigantes entre los habitantes a su alrededor. En este caso es "The Umbrella Academy", aquel edificio enorme con grandes ventanales y símbolos extraños de paraguas a lo largo de la construcción.
Solo algunas cuantas personas tenían la dicha de conocerla a profundidad, casi nadie sabía cómo era su interior. La verdad es, que solo los miembros que habitaban dicha mansión la conocían, y para ellos, no era tan fascinante. Lo que traspasaba aquellos gruesos muros eran ocho niños, siete con increíbles habilidades que entrenan día a día para poder potencializar al máximo y de la manera más adecuada posible, esto con el fin de proteger al mundo de sus constantes amenazas, y quizás, quien sabe, de algo aún más grande.
Las salas de entrenamiento y la misma estructura interna de estas sesiones de prácticas eran diseñadas específicamente con base a cada una de las características individuales de los niños. Reginald (su padre adoptivo), sabía perfectamente cómo trabajar mejor el desarrollo de las habilidades de los pequeños, y se centraba arduamente en poder hacerlos de individuos más que excelentes.
Precisamente, en una de esas tantas habitaciones, se encontraba una linda chica castaña de ojos miel, con un grueso libro de física avanzada abierto, y un montonal de hojas sobre la fina madera de su escritorio. Estaba muy concentrada en la abundante tarea que le había asignado su padre para esa semana, ejercicios y ejercicios por resolver. Y, si no hubiera estado tan metida en ello, podría haberse percatado fácilmente de la figura que apareció a su lado en la habitación.
Número Cinco, no solamente la contemplaba, la admiraba como si ella fuera la obra de arte más perfecta que pudiese existir en el mundo y fuera de él. No tenía idea de cómo, pero esa chica lograba robarle el aliento de un golpe con solo su presencia. Siendo del todo honesto consigo mismo, no recordaba con exactitud cuando empezaron a surgir esos sentimientos tan fuertes en él, simplemente sentía que había estado en él desde siempre.
Por supuesto, que cuando empezó a ser del todo consciente de ello y a cuestionarse sobre eso, se asustó. Es decir, es aún muy joven para sentir algo tan fuerte por una persona, ¿no? Pero la verdad es que no le encontraba muchas más explicaciones a eso que sentía y que le aterraba un poco solo pensar debido a su intensidad.
A Número Cinco, le fascinaba el solo hecho de verla, como ahora, tan concentrada en su tarea frente al escritorio, con todo el cabello cayendo por su hombro derecho delicadamente, mientras escribía velozmente sobre el papel como si realmente no le costará en lo más mínimo resolver los problemas que a él también le fueron asignados esa misma semana. Se dio cuenta, además, de que se mordía el labio inferior ligeramente, y eso lo hizo querer acercarse un poco más.
