En la duodécima hora del primer día de octubre de 1989, 43 mujeres de todo el mundo dieron a luz. Lo raro de esto es que ninguna de ellas había estado embarazada cuando comenzó el día.
Sir Reginald Hargreeves, un excéntrico multimillonario y aventur...
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Ellie.
Me resultaba completamente difícil explicar con exactitud cómo me sentía. Todo parecía tan irreal e imperfectamente perfecto.
Si, mi familia era un mundo de problemas completamente disfuncional. Sí, había tipos que querían hacernos daño, sobre todo a Cinco, y si, el fin de la humanidad estaba justo a la vuelta de la esquina. Pero nada de eso me importaba, dejó de hacerlo desde el segundo en el que los labios de Cinco se apoderaron de los míos. Todo aquello dejó de ser relevante en ese momento, no me preocupaba nada, porque con Cinco a mi lado me sentía confiada, y sobre todo segura.
Era sorprendente la paz y tranquilidad que una persona puede llegar a transmitirte a pesar de estar en medio del caos. Y, para ser completamente honesta, había olvidado esa sensación, como se sentía esa felicidad.
Por supuesto, después de aquel pequeño (y fantástico) momento de besuqueo con Cinco en la estancia de Diego, la realidad nos golpeó de nuevo, con Luther entrando a la habitación haciendo un escándalo como es característico de los Hargreeves, diciendo que es necesario reunir a la familia para tratar el problema del apocalipsis.
Cinco no está muy de acuerdo con la idea, y entiendo fácilmente el porqué. Nos vio morir, encontró nuestros cuerpos sin vida mientras estaba estancado en la nada. No quiero, ni imaginarme como fue para él estar en esa situación, se me parte el corazón de solo pensarlo en esas condiciones y completamente desolado.
Una parte de mí se reprochaba, el no haber insistido más para que Cinco accediera a llevarme con él en ese viaje, de haber sido de esa manera, Cinco no habría sufrido solo. Aunque, conociéndolo, estoy segura de que, si tuviera que elegir de nuevo, lo haría de la misma forma con tal de que no pasará por la dolorosa realidad que él pasó.
Y ese hecho, me hace saber que mi corazón eligió bien a su dueño.
Porque si, que caso tenía seguir fingiendo que Cinco no me importa, y que deje de sentir cosas por él. Eso era una absoluta mentira, y me cansé de desperdiciar el tiempo, es decir, ya perdimos mucho, ¿por qué seguir apartados cuando ninguno de los dos quería eso?
Era casi mediodía, cuando salimos rumbo a la Academia. Se sentía como en los viejos tiempos, cuando nos tomábamos de las manos sin que nadie nos viera y hablábamos sobre la tarea que papá nos dejaba esa semana, la diferencia era que, a pesar de que seguíamos pareciendo unos pubertos, (Cinco de hecho, ligeramente más joven que yo, aunque de igual estatura), ya tampoco nos importaba ser vistos con los dedos entrelazados, y por supuesto, ya no hablamos de la tarea, sino de estrategias a implementar en la resolución del apocalipsis.
