En la duodécima hora del primer día de octubre de 1989, 43 mujeres de todo el mundo dieron a luz. Lo raro de esto es que ninguna de ellas había estado embarazada cuando comenzó el día.
Sir Reginald Hargreeves, un excéntrico multimillonario y aventur...
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Cinco.
Era un completo idiota. De eso ya no me cabía la menor duda. Había hundido más las cosas con Ellie. Y solo me tomó contemplar su rostro unos segundos y conectar mi maldito cerebro para darme cuenta de ello.
Lo estaba jodiendo.
Y es que, todo hubiera sido diferente si me hubiera explicado mejor, si no lo hubiera dicho de la manera en que lo dije. Porque, sí, sonaba bastante comprometedor de la forma en la que me expresé.
La verdad es que sí, quiero a Delores, pero no de la forma en la que quiero a Ellie, y mucho menos puede compararse en lo más mínimo.
Delores había resultado ser una increíble compañera en mi vida postapocalíptica. Y no mentiré, trate de seguir adelante, trate de olvidar a Ellie, pero eso solo fue por un ridículo periodo de tiempo, porque siempre he sabido que ella es y será la única mujer de mi vida.
Delores siempre lo supo, y no tuvo ningún problema con ello. Así que nuestra relación, se trataba únicamente de una muy bonita amistad. No podía verla de otra manera. En cambio, a Ellie, a mi chica. ¡Dios! Sentía de todo por ella, y jamás dejé de sentirlo. En realidad, esos sentimientos solo crecían y crecían con el paso del tiempo. La extrañé con el alma todos esos años que estuvimos sin vernos, e incluso ahora que la tengo cerca, la sigo extrañando.
Irónicamente, la siento tan lejos. Y presiento que en cualquier momento entraré en un jodido brote psicótico y destrozaré las malditas barreras que nos separan, solo para después, hacer lo que quise desde el primer segundo en que la vi de nuevo.
Acorralarla en alguna pared y besarla hasta la muerte.
Imaginarla así de cerca, me hacía perder por completo la maldita cordura. Y me odiaba, odiaba ser tan manipulable con ella, tan vulnerable, tan ridículamente enamorado.
Estaba condenado.
<< Y qué dulce condena. >>
Arreglaría las cosas. Hablaré con ella y le explicaré cómo debí desde el inicio mi situación con Delores. Y si tengo algo de suerte, podrá presentarlas como Delores me pidió que lo hiciera, y se llevarán bien.
<< Pero primero, tengo que rescatarla.>>
Por eso me encontraba aquí, en la tienda de los "Hermanos Gimbel." Ya era de noche, y llovía ligeramente, pero no había nadie transitando alrededor, y mucho menos había alguien en la tienda. Así que solo salte en el espacio para aparecer dentro de aquel gran establecimiento.
Tomé una linterna de los aparadores, y me dirigí directamente a la sección de mujeres. Caminé por unos instantes iluminando mi paso con la luz de la linterna, hasta que, en medio de ese gran pasillo, la encontré.
