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IV


Keiler no se extrañó cuando entró a la habitación y encontró a Henry sentado en la cama, esperándolo a él.

Al menos no se había metido al baño como hacía a veces.

—Te compré ropa nueva cuando nos mudamos —avisó el mayor, señalando el vestidor.

No dijo nada cuando se dirigió al otro cuarto para vestirse, escuchando los pasos hasta detenerse en el umbral. Sintió la mirada de Henry en él.

—Keiler, ¿qué demonios? —exclamó asombrado. En un instante estaba detrás de él, viéndole la espalda —. ¿Qué es esto? ¿Qué ocurrió?

—No toques —se apartó cuando sintió los dedos ajenos rozándole la espalda.

—Pero, pero… —balbuceó, sin esconder la impresión —. ¿Por qué…?

Keiler terminó de vestirse sin mediar palabra. En realidad, en primera rechazó la propuesta de bañarse juntos porque no quería que Henry viera su espalda, no quería que nadie supiera. Eran marcas de debilidad que él aborrecía, pero más detestaba que otros las vieran.

—Keiler —llamó con más exigencia cuando él le pasó por al lado, decidido a zanjar el tema —. Keiler, te estoy hablando.

—Y yo intento ignorarte.

—No vas a ignorarme. Dime qué demonios te pasó —exigió comenzando a ponerse de mal humor.

Normalmente no le importaba ser ignorado por Keiler, pero ahora mismo necesitaba que le hablara, que le dijera por qué tenía la espalda con cicatrices. Se estaba haciendo una idea al ver las líneas largas, pero era tan desagradable que prefería esperar la explicación del menor.

—Háblame —pidió.

Keiler se mantuvo de pie frente al balcón, dejando que la brisa le diera de lleno sin importarle tener el cabello todavía húmedo.

No quería hablar al respecto, contar lo que había pasado porque sentía que su ser entero hacía ebullición por la rabia contenida.

—No se ha terminado.

—¿Qué? —musitó Henry, al borde de la desesperación al no obtener una respuesta a su interrogante —. ¿De qué hablas?

—Tengo asuntos pendientes con el doctor.

Henry no estaba entendiendo nada. Cerró los ojos y sacudió la cabeza, exasperado.

—No, no tienes asuntos pendientes con nadie. Lo que tenías que hacer ya lo hiciste —dijo —. Ya sacaste a Oliver. No hay más que eso. Lo planeamos todo: creen que Dani y yo estamos muertos, ni por asomo sospechan la verdad. El maldito fiscal te iría a ver cuando ya no tuvieran otra forma de averiguar sobre nosotros, y tú escaparías con Oliver para regresar aquí, conmigo. ¡No hay más que eso!

Keiler, sin mediar palabra, se acercó a Henry solo para darle vuelta la cara de un manotazo que no sorprendió al mayor.

—No alces la voz —pidió —. Haces que me duela la cabeza.

—Lo siento —murmuró cabizbajo —. Es que no entiendo por qué quieres arriesgarte. Dijiste que después de esto te quedarías conmigo, incluso aceptaste no seguir cobrándole a los malditos deudores para no arriesgarte más. Prometiste dejar de hacerlo para estar conmigo y–

Malvado | BL © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora