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XXVI



Keiler había decidido contarle todo a Andrei, pero eso no significaba que estuviera totalmente seguro.

A decir verdad, le preocupaba su reacción. No quería arruinar nada entre ellos.

«¿Arruinar qué? ¿El sexo?»

Sus propios pensamientos burlones a veces eran molestos, y más porque en un momento pensaba que Andrei era suyo, y al rato se burlaba de sí mismo afirmando que no había nada. Solo habían tenido sexo una vez, y él ya creía que siempre sería así.

Su nivel de ridiculez le avergonzaba.

—Estoy esperando —avisó Andrei desde su lugar, de pie frente a él. Se había olvidado del otro tipo que lucía aburrido con la situación.

Keiler apretó el borde del escritorio en donde estaba apoyado.

—Vamos a la sala. No pienso hablar frente a él.

—Ah, por mí no te preocupes. Yo sé todo —dijo con aire arrogante —. Cualquier cosa que le digas, yo ya estoy enterado.

Keiler apretó los dientes. ¿Por qué demonios ese tipo sabía todo?

«Por Henry, obviamente. Seguro siempre lo tuvo cerca»

Era evidente que Henry lo había traicionado, y por más que no intentara hacerle daño a él pretendía dañar a Andrei. Era lo mismo.

—Dime algo —habló dirigiéndose al hombre. Andrei, cruzado de brazos frente a él, también lo observó —. ¿Henry realmente viajó a Italia?

—Sí. Está allá ahora mismo.

—A ver, Keiler. Dime de una vez qué está pasando —exigió el fiscal, exasperado —. Debería mandarte a la mierda y llamar a la policía para que se los lleven a ambos. Solo mientes y haces lo que quieres. Estoy harto.

—¿Y por qué no lo haces? —tentó con una sonrisa. No debería sentir satisfacción al saber que Andrei no podía entregarlo, solo era una señal de lo que comenzaban a tener. No debería estar tan cómodo y confiado, maldición —. Puedes llamarlos. Yo espero.

La expresión del fiscal fue agria, y resignada.

—No juegues —regañó —. No pienso meterme en tu jueguito, así que habla.

—De acuerdo —aceptó suavizando su sonrisa. Se acomodó sobre el escritorio y buscó en su mente las palabras para comenzar. Quería ser cuidadoso, en ese momento debía ir con cuidado para no desatar la furia de Andrei —. ¿Recuerdas que me preguntaste por Daniel? Cuando estabas viendo los archivos del psiquiátrico. Yo te dije que no podía hablarte al respecto.

—Me acuerdo.

—Conocí a Daniel cuando él llegó para cuidar de mi padre. Padre adoptivo —aclaró rápidamente cuando vio la confusión en el rostro de Andrei —. Fue su enfermero un tiempo, hasta que murió hace un año. Luego terminó trabajando en el psiquiátrico, y ahí conoció a Oliver. Estuvo unos meses hasta que lo echaron.

—¿Por qué?

—Porque Oliver se mantenía tranquilo cuando estaba con él. ¿Sabes de las múltiples personalidades, verdad? Hay una que es agresiva, y antes de Daniel, esa personalidad siempre agredía al personal y a otros pacientes. Cuando eso pasaba, el doctor aprovechaba y usaba medicamentos para sedarlo. Mantenía a Oliver encerrado en aislamiento y lo sometía a castigos y maltratos. Decía que era para corregirlo. Los meses que estuve ahí dentro fui testigo de eso. Daniel ya se había ido y Oliver estaba enloquecido —contó, un poco ausente en sus recuerdos —. Daniel me dijo que no le permitieron despedirse, así que no pudo decirle nada a Oliver, explicarle que lo habían echado porque a O’Connell no le convenía que su paciente más agresivo se mantuviera tranquilo. Y el bastardo de Nathan le dijo a Oliver que Daniel solo había renunciado, así que eso provocó que se volviera loco. Mientras yo estuve ese tiempo, vi lo peligroso que es Oliver cuando no está con Daniel.

Malvado | BL © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora