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XXXI

El silencio dentro del vehículo era un tanto incómodo para Sam. No había dejado de golpetear el volante con su índice mientras intentaba distraerse con algo.

A su lado, Keiler permanecía sentado, silencioso y sin mover un músculo. Casi no respiraba, y la detective sentía que eso mismo la tenía tan inquieta.

—¿Estás segura de que dijo que debíamos esperar? —cuestionó Keiler con aburrimiento —. Llevamos quince minutos esperando.

—¿Eres siempre tan impaciente?

—No, pero ahora mismo no quiero perder tiempo. Quiero terminar con esto de una vez.

Sam lo miró un momento pero enseguida regresó la vista a la enorme estructura del hospital, porque había estado a punto de soltar otro comentario que tal vez no sería del gusto de Keiler. Ya sabía que no le gustaba ser cuestionado o criticado, y lo que menos necesitaba ahora era provocarle mal humor.

Estaban en el estacionamiento esperando que Emilie le dijera que podía buscar el uniforme que Keiler le había pedido. Cuando ella le avisó por mensaje que acababan de llegar, la doctora le respondió que esperara un momento porque había tenido una urgencia que no podía desatender.

Por eso estaban dentro del vehículo esperando a que Emilie le dijera que ya se había desocupado.

—Creo que no debiste involucrar a Emilie —dijo después de un rato de pesado silencio.

—No quiero que algo salga mal a último momento. Prefiero asegurarme de que todo vaya bien, y la mejor manera es que alguien de adentro nos ayude —explicó Keiler sin importancia, sin disimular el tono aburrido —. Si nos ven, nadie dirá nada porque verán que ella está con nosotros. Me cae del carajo, pero va a asegurarnos el éxito.

—¿Por qué te cae mal? —se atrevió a preguntar —. ¿Solo porque es la ex novia de Andrei o hay algo más?

—No es asunto tuyo.

—No lo es, pero estoy aburrida y es interesante escucharte. Lo admito —dijo con gracia —. Si hace unos meses atrás me hubieran dicho que iba a estar en mi coche, contigo, hablando como si nada, me habría reído porque es ridículo. Pero aquí estamos. Y, para ser muy sincera, me intrigas.

Keiler la miró sin expresión, solo un instante antes de apartar la mirada.

—La detesto como cualquier persona detesta a las antiguas relaciones de su pareja.

—Eso es ridículo. Solo le pasa a personas inseguras —opinó —. Y además, tú y Andrei no son nada.

—Todavía.

—Qué confiado estás al respecto.

—Siempre tengo confianza en mí mismo. Eso me vuelve quién soy. Si tuviera dudas y miedo, no habría hecho nada de todo lo que hice —volteó hacia ella otra vez, y sonrió confianzudo —. Y también sé que Andrei me quiere. Aunque lo niegue.

Sam no quiso decir nada al respecto. Ella realmente no sabía qué había con exactitud entre esos dos, solo estaba al tanto de que Keiler amaba a Andrei y que, en términos claros, parecía fantasear con la idea de estar junto a él. No pensaba en nada más, ni siquiera en el pequeño pero muy importante detalle de quiénes eran y qué hacían.

Malvado | BL © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora