EXTRA I: las pesadillas de Keiler.

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Richard había esperado que aquella situación no fuera difícil de llevar, pero fue ingenuo. Debió suponer que el hombre frente a él no colaboraría mucho.

—No estás siendo serio con esto, Richard —dijo Byron desde el otro lado de la mesa, mirándolo con incredulidad.

—No tengo sentido del humor —respondió escueto, con las manos enguantadas sobre la mesa—. Mi cargamento de ayer fue interceptado por la maldita policía. Ya interrogué a mis hombres y sé que no me están mintiendo.

—¿Cómo lo sabes? En este mundo las traiciones están a la orden del día —espetó con tono mordaz—. Incluso el perrito que tienes contigo puede morder tu mano.

Richard sonrió socarrón cuando entendió que se refería a Keiler, quien estaba detrás suyo sin emitir palabra. Llevaba tanto tiempo con su espalda protegida por Keiler, que ya era capaz de saber cuándo estaba tranquilo o tenso, y definitivamente solo había serenidad saliendo de él a pesar de la acusación.

Keiler no solía inquietarse, siempre estaba tranquilo y en silencio, a la espera de órdenes. Lo maravilloso de su serenidad era el caos que escondía, la peligrosa y desenfrenada sed de sangre que ocultaba detrás de su apariencia relajada. Mientras lo tuviera detrás, cuidando su alrededor, nada podía salir mal.

—¿Estás diciendo que Keiler me puede traicionar? —preguntó con una sonrisa lacónica, sin estar sorprendido. No era la primera ni sería la última vez que alguien intentaba hacerle dudar de Keiler—. Creo que te estás pasando de la raya, Byron.

—No. Solo digo que es absurdo que me estés culpando por el incidente de ayer. ¿De verdad crees que puedo traicionarte después de todo el tiempo que llevo contigo? ¡Estás de broma!

—Keiler.

Al instante, este se movió sigilosamente para tirar sobre la mesa un sobre grande que cayó justo frente a Byron. Alzó la mirada y observó a Keiler, quien lo miró fríamente antes de regresar a su lugar.

—¿Qué es esto? —preguntó con un atisbo de inquietud.

—Tú dime. Eres el único que sabe qué es eso —respondió Richard con calma.

Byron abrió el sobre con mirada cautelosa, impaciente, pero palideció instantáneamente cuando dejó el contenido frente a sus ojos. Enseguida alzó la mirada y la fijó en Richard, comenzando a sudar frío ante los ojos inexpresivos que lo observaban.

—Esto… —musitó de inmediato, devolviendo las fotos al interior del sobre. Las manos le temblaban ligeramente—. Esto es falso, Richard. Estas fotos no son reales.

—Entonces, ¿Keiler está equivocado?

—¡Por supuesto que sí! —exclamó con ira. Llevó la mirada hacia el joven detrás de Richard y apretó los dientes con furia—. ¡Ese mocoso te está engañando! ¡No conozco al sujeto que sale en las fotos!

—¿No? ¿Estás seguro? —presionó Richard con indiferencia.

Byron rápidamente se levantó de su lugar, tan fuerte que tiró la silla hacia atrás mientras exudaba rabia por cada poro. De inmediato se acercó a Keiler con pasos furiosos y lo agarró de la ropa con clara amenaza.

Richard no se movió, solo miró la escena absurda. Era gracioso ver a Byron tan alterado tratando de intimidar a Keiler, mientras su chico permanecía indiferente y sin sentirse afectado.

—Dile que todo es un invento tuyo —siseó Byron frente al estoico rostro—. Esas fotos son falsas. ¡Díselo!

Para ese punto, Richard ya se sentía hastiado del asunto. No había nada peor que la traición, y sabía que Byron lo había traicionado: venderle información confidencial a la policía para que intervinieran en un negocio era una clara traición. Y eso era imperdonable.

Malvado | BL © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora