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XVI



Era de noche cuando Andrei llegó a casa acompañado de su cansancio físico y mental y una caja entre las manos, tan grande que debió depositarla en el suelo del corredor para abrir la puerta del departamento.

Tuvo que fijarse al caminar porque Lina apareció corriendo y dando vueltas a su alrededor, maullando con insistencia.

Esa fue la primer señal de que Keiler no estaba en casa, porque cuando iba siempre alimentaba a su gata y claramente Lina estaba hambrienta.

Dejó la caja sobre la mesa y enseguida fue a la cocina para darle comida siendo seguido por el animal. Ella quedó comiendo y él se acercó a la mesa para enfocarse en la caja.

Después de redactar el acta del allanamiento junto al personal que fue parte del procedimiento, aprovechó para pedir una orden de solicitud de expedientes en el psiquiátrico. Por supuesto, todo a espaldas de Nathan que seguía bajo custodia.

Fue personalmente al establecimiento y conoció a la nueva persona a cargo: una mujer llamada Rebeca Whester, quien fue muy accesible y le permitió tomar los expedientes que necesitaba, e incluso le aseguró que colaboraría en lo que pudiera.

Ella lucía más fría y autoritaria que Nathan, pero no le dio una mala impresión a Andrei.

Por ahora no tenía orden de cerrar el psiquiátrico, pero estaba seguro de que la obtendría una vez que se demostrara el maltrato y abuso sobre los pacientes, y para eso debía rebuscar en los archivos del lugar. Buscar posibles testigos, indicios, más información, fechas; lo que sea que le permitiera avanzar en la causa.

El celular comenzó a sonar en el bolsillo de su pantalón. Iba a ignorarlo porque estaba enfocado en su trabajo, pero al final lo sacó y atendió al ver que era su madre.

«¿Ya puede hacer llamadas?»

—Mamá.

—¿Qué pasa contigo que nunca me llamas? —fue lo primero que dijo con regaño. Andrei sonrió aliviado.

Con el asunto de Keiler vigilándola no había querido llamarla ni aparecerse por su casa. No quería cagarla, debía ser muy cuidadoso.

—Lo siento, he estado muy ocupado. ¿Cómo estás?

Colocó el altavoz y depositó el aparato sobre la mesa con la sola intención de tener desocupadas sus manos.

Bien, aunque a veces es difícil ignorar las cámaras —admitió, luego suspiró —. Mira, hijo, sé que todavía me vigilan aunque me han dejado sola. Puedo salir de casa y hacer las compras con normalidad, pero no podía llamar a nadie. Hoy apareció un hombre vestido de negro, grandote y muy elegante, diciendo que podía hacer llamadas con normalidad, pero que sin pasarme de lista. ¿Estás metido con la mafia?

—¿Qué? Claro que no —espetó casi ofendido —. Al menos yo no.

—¿Qué significa eso? Si tú no, ¿entonces quién?

Andrei pensó en Keiler irremediablemente. Desde aquella noche en el club tuvo claro que Novak no estaba solo, y que en realidad estaba metido con gente muy poderosa que lo protegía. Eso le daba sentido al hecho de que fue asquerosamente escurridizo en los asesinatos, y que durante un año él no fue capaz de atraparlo a pesar de todos sus esfuerzos.

Ahora sabía que no era Keiler quién mantenía vigilada a su madre, era otra persona. Alguien muy cercano que no iba a dudar en matarla a ella si algo le pasaba a Novak.

Sobó sus párpados cansados y miró brevemente el celular.

—No te preocupes. Tú solo no hagas nada extraño, ¿bien?

Malvado | BL © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora