VI
Keiler le dio un trago al líquido ámbar mientras observaba el cuerpo inconsciente a sus pies.
La mujer yacía sobre la alfombra de la sala. No estaba muerta, pero lo estaría dentro de poco porque era parte de su plan. La candidata perfecta.
El vaso vacío tirado en el suelo contenía rastros del sedante que le puso cuando ella se levantó brevemente para buscar algo en la cocina. Usó de las pastillas que había sacado del hospital, las mismas que le dieron a él varias veces así que conocía el efecto rápido.
Bebió lo último del líquido y dejó el vaso sobre la pequeña mesa pegada al sillón. Se levantó para ir hasta la mujer inconsciente, cruzó una pierna sobre ella y la miró desde arriba mientras se colocaba los guantes. Realmente no eran necesarios porque sus dedos carecían de huellas digitales que pudieran colarse en la escena, pero podía dejar otras cosas que lo complicarían todo. Y él no era una persona que tomara riesgos, no innecesariamente.
Una vez que sus manos estuvieron cubiertas, se agachó sobre la mujer y envolvió sus dedos alrededor del delicado cuello. Apretó fuerte hasta que sintió la tráquea romperse bajo sus manos. No fue satisfactorio, no lo era si no había quejidos, lloriqueos y forcejeo, aquello era el detonante de su disfrute.
Ese había sido el asesinato más tranquilo e insípido que llevó acabo en su vida. Qué triste.
Colocó el temporizador en su reloj de muñeca e inmediatamente comenzó a trabajar.
Henry le había dado un estuche que contenía todo lo necesario para inyectar a la mujer. Sabía de antemano que era adicta a pesar de que estuvo en rehabilitación. La eligió por ese pequeño detalle, era muy conveniente.
Hizo una mueca mientras calentaba el contenido de la cuchara, porque él, a pesar de todo, jamás en su vida consumió drogas aunque desde joven trabajó para un narco. El padre de Henry nunca lo obligó a consumirlas, y su hijo tampoco.
Por ende, matar a los adictos que debían dinero era un placer para él. Odiaba a ese tipo de personas.
Tomó la jeringa e inyectó a la mujer en el brazo, dejando otro piquete a lo largo de este. Allí habían muchos de esos, casi formaban líneas de tanto que se inyectaba.
Luego, se levantó y fue hasta la cocina para buscar el detergente y la lejía, regresando hasta el cuerpo para dejarlo todo a un lado. Al instante subió la escalera corriendo y manoteó el resto de cosas que necesitaba: algodón, hisopos, alicate, una lima y crema de manos. Regresó a la sala y comenzó a limpiar las manos de la mujer.
Era de las que tenía uñas postizas, largas y llenas de cosas, por lo que fue un poco difícil cortarlas con el alicate. Si ella no lo hubiera tocado tanto no tendría necesidad de limpiar las uñas, pero debía asegurarse de no dejar nada suyo, ni siquiera rastro de ADN en las manos.
Agarró la lima y raspó por debajo, luego empapó el algodón con la lejía para pasarlo por toda la mano y finalmente le colocó crema para ocultar los rastros de la limpieza. Repitió el proceso con la otra, siendo cuidadoso a la hora de cortar las uñas para no dejarlas disparejas. Ese tipo de mujer no toleraba las uñas mal cortadas y astilladas.
Cuando terminó allí, agarró un hisopo y el detergente, y colocó una gota que fue suficiente para empapar la punta.
—Este método lo usé pocas veces, así que siéntete orgullosa por la exclusividad —dijo con una sonrisa.
Le abrió la boca y pasó el hisopo por todos lados: encías, dientes, interior de las mejillas, paladar y lengua. Lo hizo dos veces porque hubo ronda de besos, cortesía de viejos conocidos, y debía asegurarse de hacer desaparecer cualquier rastro. El oxígeno activo del detergente lo ayudaría con ello.
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Malvado | BL © ✔️
Romance¿Cuáles son las posibilidades de que un fiscal y un asesino terminen juntos? *** Andrei y Keiler son diferentes, opuestos. Andrei es un fiscal incorruptible, con voluntad de hierro y una perseverancia que no cede ante nada. Keiler es el asesino más...