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VIII

Andrei estaba en su oficina cuando recibió la llamada de Samanta.

Ella solo tuvo que mencionar en dónde estaba y por qué, para que él se levantara de un salto y saliera a su encuentro.

La dirección que le dio estaba a unos veinte minutos en coche. Un vecindario de clase media aparentemente tranquilo, porque al ver la cantidad de patrulleros y vecinos que estaban observando todo supo que aquello no era común en la zona. La mayoría eran personas mayores que lucían curiosas, preguntándose entre sí el porqué había tanta gente uniformada de un lado a otro.

Andrei estacionó un poco lejos debido al revuelo y se acercó a paso rápido, sin tener problemas para cruzar la cinta perimetral mientras el joven policía que la vigilaba lo saludaba cortésmente.

Se adentró en la casa sin sorprenderse ante la imagen. Era la misma que veía siempre, y más durante el tiempo que debió lidiar con los asesinatos de Novak. Era increíble que la sola vista le recordara a él.

Si le comentara al respecto, estaba seguro de que Keiler sonreiría orgulloso.

—Andrei —saludó Sam, acercándose en cuanto lo vio.

—¿Qué tenemos?

—Mujer joven. Treinta y dos años. Murió por asfixia —contó mientras se acercaban al cuerpo. Dos forenses trabajaban superficialmente en ella, mientras otro grupo limpiaba la escena y tomaba fotos —. Recibimos el llamado de un joven que dice ser amigo de ella.

—¿Le tomaste declaración? —preguntó con la atención puesta en la mujer. Se agachó y la observó de cerca.

—Todavía no. El pobre está histérico.

—¿Está? —repitió Andrei, volteando a verla, atento.

—Está en la cocina.

Asintió comprensivo. Luego hablaría con él.

Por mero impulso miró alrededor del cadáver, buscando la maldita flor blanca con sangre que siempre encontraba en la escena, pero no la halló esta vez. De haberla visto, habría maldecido a Keiler por no cumplir su parte del trato, pero a juzgar por lo poco que analizó podía asegurar que ella no murió de forma violenta, y eso definitivamente no era señal de Novak.

En medio de su análisis visual, los brazos llamaron su atención: tenían la clara señal de consumo por intravenosa. Ahora ya sabía que la víctima era adicta.

—Tiene marcas de agujas en el brazo —señaló en voz alta, dirigiéndose a Samanta que seguía en el lugar, esperando pacientemente a que él terminara de hacer su análisis visual —. Era adicta. Y de las severas.

—¿Crees que la mataron por deuda de drogas?

—No lo sé. ¿Falta algo?

—Algunas joyas, y otras cosas que estaban allí —señaló la detective al otro lado de la sala, donde había un mueble que no tenía nada encima. Andrei se acercó y notó las marcas en el polvo.

Ahora sabía que la dueña de casa no era una loca de la limpieza, pero sí que cuidaba mucho su propia imagen: vestía ropa cara y sus uñas eran, literalmente, hechas en un salón. Además le faltaba un anillo en el dedo corazón, tenía la marca de la joya pero la misma no estaba. Supuso que era de oro, y que el atacante también se lo llevó.

Malvado | BL © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora