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XXIX

Daniel no escondió su sorpresa al ver el lugar al que Keiler los había llevado. Era una casa, bastante grande, y que evidentemente estaba desocupada.

—¿Qué es este lugar?

—Es mío. Fue un regalo de Richard cuando cumplí el primer trabajo —sinceró Keiler, quedándose a un lado —. En ese entonces Henry seguía lejos, así que no sabe de este lugar.

—¿Estás seguro? —cuestionó Oliver con recelo.

—Si no lo estuviera, ¿crees que los habría traído aquí? —devolvió aburrido, ya un poco cansado de los constantes cuestionamientos de Oliver. El maldito se estaba tomando muy en serio lo de cuidar de Daniel —. Vamos.

Se adelantó hacia la puerta principal de la casa, siendo seguido por los otros dos. Sacó una llave del bolsillo y abrió sin problemas, dejando ver un recibidor y parte de una sala espaciosa.

—Está toda amueblada —observó Daniel con asombro cuando entraron —. Yo tenía creído que Richard era bastante tacaño.

—¡Pf!, ¿de dónde sacaste eso? —soltó Keiler con humor —. Él no era tacaño. Envió a Henry a Estados Unidos y sin embargo jamás dejó de pagarle todo, y a mí me dio cantidad de premios caros. El problema era cuando intentabas robarle.

—Sí, ahí tenían que lidiar contigo —afirmó Daniel, recordando el par de veces que fue testigo de lo que pasaba cuando le robaban al jefe.

Él lo cuidó cuando Richard cayó en cama. Por supuesto, ya no pudo hacerse cargo de sus negocios y no tuvo de otra que mandar a llamar a Henry para que tomara su lugar. Durante un tiempo, muchos de los hombres intentaron pasarse de listos y le jugaron sucio a la persona que los alimentaba, y Richard, a pesar de estar enfermo y a punto de morir, nunca dejó de ser un hombre peligroso.

Había un momento en particular que no lograba olvidar...

—Daniel, hazme un favor.

—Sí. ¿Qué necesita?

—Dile a Keiler que venga. Es importante.

Sintió miedo, porque sabía quién era Keiler Novak aunque no lo había visto más de dos veces. El asesino principal no solía andar cerca, pero Daniel tenía oídos y escuchaba a los demás hombres murmurar sobre el más joven de todos, y el más peligroso.

Uno de ellos una vez le había dicho que Keiler era un sociópata criado en el ambiente perfecto para que fuera el mejor de todos, y él no lo dudaba, porque cada vez que lo veía se le revolvía el estómago. Había algo muy siniestro, peligroso y oscuro alrededor de Keiler, como una neblina espesa que no se podía ver, pero sí que podía percibirse.

Obedeció el pedido de Richard y buscó a Keiler. Lo encontró en el campo de tiro, practicando con armas blancas. Rápidamente le dijo que el hombre lo necesitaba, y luego regresó a la habitación casi corriendo.

Cuando Keiler entró a los pocos minutos, Daniel se quedó a un lado con la cabeza baja y en absoluto silencio.

—¿Me llamaste? —le preguntó a Richard, quedándose a un lado de la cama.

Malvado | BL © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora