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Caminé rápido después de saludar a la señora Fleurette. Era la señora más amable del edificio, vivía en el piso que estaba pegado al mío y a veces, cuando no tenía prisa, solíamos entretenernos hablando en los pasillos del edificio, generalmente sobre el resto de vecinos y sino de lo cansada que me veía ella llegar a casa después de un día largo de trabajo.

Hoy iba tarde, como siempre, pero tenía una excusa esta vez, una excusa muy comprensible que justificaba porqué me levanté tarde: El despertador se me cayó ayer por la ventana y aterrizó en la terraza del señor Pierre. No necesito el despertador para despertarme, pero claramente esto ha sido un factor importante a tener en cuenta sobre por qué me encuentro en esta situación.

¿Acaso aterrizó solo?

No, por supuesto que tuvo que hacerlo con mi ayuda, pero el resto del trabajo, como caer y hacerse añicos fue trabajo del despertador, no mío. Aquello por supuesto no le hizo gracia al señor Pierre. Tenía ese humor peculiar de los franceses, me miraba mal y no me soportaba, no tenía reparos en hacérmelo saber directamente porque era estadounidense.

Al principio me sentía mal de que los franceses que me rodeaban me trataran así, pero después de un año me he adaptado bien, tanto que he conseguido memorizar muchas rutas diferentes y los nombres de las calles francesas, el problema es que sigo sintiendo que no es mi lugar.

Por eso metiste a tres gatos en tu casa.

Sí, y los tres ordenadores, pero eso fue para que la casa tuviera mi toque, sino no sentiría que estoy en mi hábitat. Mamá siempre me ha dicho que...

-¡CCCCJJJJJ!

Me giré para mirar quién me llamaba de aquella forma (como si se estuviese ahogando en un río lleno de caimanes) y vi a Charles corriendo con una sonrisa en la cara. Se veía como un payaso adorable, pero desde luego no iba a ser yo quien lo dijera. Tenía gustos peculiares, fácilmente criticables y una novia que a mi parecer se cree mucho más de lo que es.

-¡No me ganarás si sigues corriendo así!- grité divertida mientras caminaba de espaldas y cruzada de brazos para poder verle la cara.

Él rodó los ojos y llegó a mi lado. Era el informático de mi brigada, podía hacerlo sola, pero él también tiene que trabajar y yo por lo pronto solo dirijo y me aseguro de que lo hagan bien. Me quité los cascos y lo miré curiosa esperando que hablara, porque seguro que tenía algo que decirme. Siempre tenía algo para contar y eso era algo que me fascinaba de él. Yo, si no tenía nada más que decir no lo diría, me mantendría como si fuese una lápida o como si no estuviera allí.

Charles era más alto que yo, no mucho, pero sí que lo era. Tenía el pelo marrón recogido en una coleta pequeña llena de ricitos muy definidos, he de decir. Era delgado, pero tenía un culo envidiable. Ni yo que seguía yendo al gimnasio lo tenía así. Era redondito y...

¿Le miras el culo con mucha frecuencia? Porque la verdad es que eso te hace ver como una maníaca y una acosadora.

Claro que no lo hago, solo es un detalle que no pude pasar por alto cuando llegué, son las primeras impresiones de uno. Igual que el color de sus ojos, tenía ojos color miel y utilizaba unas lentillas para no llevar gafas. Es un chico normal, menos cuando cuenta chistes de padre que solo él entiende. Eso sí que no es normal ni gracioso, da pena y es incómodo.

-William nos está esperando para una reunión urgente y vamos tarde, así que...- insinuó sonriendo, yo lo miré con la misma sonrisa y ladeé la cabeza. Oh sí, claro que sí.

-...quien pierda paga la comida para el otro.-terminé sonriendo y extendiendo la mano cuando asintió estando de acuerdo y me la chocó. Nada más hacerlo, los dos salimos corriendo en dirección a la comisaría porque ninguno de los dos estábamos dispuestos a pagar la comida del otro. Osea sí que lo estábamos, pero nos negábamos a perder.

🆆︎🅰︎🅽︎🆃︎🅴︎🅳︎ (𝙇𝙄𝘽𝙍𝙊 𝙄 𝙮 𝙄𝙄)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora