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Mantuve el silencio y la sonrisa mientras conducía. Fiodor trataba de contactar con Bosco y sus hombres. Al parecer nada había salido como ellos habían planeado y nada iba a salir así tampoco, no mientras la mente maestra esa noche fuera yo.

-Ve al aeropuerto, desde el jet privado veremos dónde están todos.- ordenó haciendo que asintiese sonriente. Mis corazonadas nunca fallan, nunca.

Aparqué el coche y los dos bajamos del coche dispuestos a entrar en el edificio, pero una vez dentro no había absolutamente nadie. Fiodor se iba adentrando y cada vez que lo hacía fruncía más el ceño, hasta que se giró para mirarme.

En su cabeza había colocado todos los engranajes al parecer y tuvo una idea que funcionaba.

-¿Qué has hecho?- preguntó enarcando una ceja. Sólo le sonreí encogiéndome de hombros y el marcó un número en su teléfono antes de pegarlo a su oreja.- Bosco, contesta.

-¿Problemas...-hice un gesto rodeando los alrededores.-...de conexión?- pregunté sonriendo. Él resopló y lanzó el teléfono mirándome, esperando que dijera algo claramente.- No te molestes, tus hombres están camino al calabozo.

-¿Cómo?- preguntó mirándome. Sonreí con sorna recordando cuando la tarde anterior conseguí mandarle un mensaje a Charles. Estaba encriptado, pero yo confiaba en que él lo abriría, y así fue, recibí uno de vuelta media hora más tarde, con él diciendo que entendía todo. Durante la explicación del plan de Kunetsov, yo me dediqué a escuchar y a replicar, pero después de eso pasé la información vital a Charles y él se encargó de hacerlo saber para realizar la operación. Por eso tardé tanto en vestirme, necesitaba fingir que mi baño era largo para enviar las instrucciones con claridad.

Cuando le informé de las posiciones de los hombres de Fiodor, dejé claro que la memoria y Kunetsov eran mi operación, yo me encargaría de ellos o nada. Al capitán al mando de la operación no le hizo gracia según Charles, pero tuvo que aceptar porque era a Fiodor Kunetsov a quien nosotros queríamos pillar.

Luego el resto fue fácil, la memoria estaba con Lefebvre, y quitársela fue un juego de niños. Estaba en una caja negra que visualicé en su habitación, la robé mientras el trataba de besarme y saqué mis habilidades de ladrona, luego fingir que lo que saqué de su bolsillo era una memoria sí que fue lo más sencillo.

Sonreí con sorna y me acerqué a Kunetsov sonriente, tiré de su corbata y lo acerqué, él se metió las manos en los bolsillos, derrotado y sin muchas ganas de intentar escapar de alli. Imagino que sabiendo o pensando que yo ya tendría en cuenta las opciones que él tomaría.

-Me enorgullece decirte que nunca has tenido el control de este juego, bonito.- susurré sonriendo, él bajó la mirada a mis labios y luego la subió a mis ojos, mirándome con la frialdad de Fiodor. El mafioso ruso más joven y despiadado.

-¿Todo era un juego o solo la parte que implica mi arresto?- preguntó serio haciendo que ladease la cabeza. Claro que no todo había sido un juego. Dejó mi pregunta en el aire y sin que pudiera responderla cuando volvió a hablar.- Mejor no quiero saberlo, estoy sorprendido por lo retorcida que es tu inteligencia....- insinuó. 

-Eso me alaga mucho.- comenté jugueteando con su corbata.- Me ha costado pensar en cada detalle que podrías pensar tú.- comenté mirándolo a los ojos.- Me has dado un dolor de cabeza bastante agridulce, Kunetsov.

Sonrió mientras sacaba la mano de su bolsillo y me enseñaba el trozo de plastico, la memoria falsa, mientras me miraba.

-Imagino que este detallito es el que más has pensado.- comentó partiéndola con los dedos. Sonreí paseando las manos por sus hombros, claramente divertida por que hubiera entendido tan rápido (pero tarde) lo que mi cerebro había estado planeando tan minuciosamente.

🆆︎🅰︎🅽︎🆃︎🅴︎🅳︎ (𝙇𝙄𝘽𝙍𝙊 𝙄 𝙮 𝙄𝙄)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora