Capitulo 4: Supervivencia

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Desperté con todos mis musculos duros y entumecidos, había sido una noche helada e inconcientemente me contraje hasta hacerme bolita y en consecuencia ese día tendría un terrible dolor muscular.

Me levanté muy tarde, ya era de mediodía y el sol estaba tapado por una masa gris de nubes que daban lugar a la conclusión de que tarde o temprano llovería. Más bien temprano porque en seguida salí de la cueva comenzó a lloviznar un poco. Emocionada corrí bajo la lluvia, abrí la boca y saqué mi lengua para afuera, volvía a ser una niña, y aprovechaba las diminutas gotas de agua que tanto necesitaba mi cuerpo. Sin embargo supe que nunca estaría satisfecha si seguía consumiendo esas pequeñas gotas asique rápidamente recogí unas hojas resistentes que encontré en los árboles cercanos y rápidamente comencé a tejer un recipiente lo suficientemente estables como para contener agua pero la suerte no estaba de mi lado y en cuanto la terminé de preparar todo la leve llovizna se detuvo.

-¿Es en serio? Si quieren que muera ahora sólo hagan una señal "espíritus"... "dioses", imbéciles diría yo- grité furiosa al cielo aún grisáceo y oscuro.

Nada, ninguna señal, no entendía por qué le gritaba a algo en lo que no creía pero supuse que en los tiempos duros y solitarios necesitas algo o alguien a lo que alabar o culpar.

Intenté recolectar agua acumulada en las hojas de los demás árboles pero no conseguí mucho por no decir que no conseguí nada. Rendida decidí volver a buscar en otra dirección, la humedad no me acompañaba y sudaba más de lo normal quitando el hecho de que mi estómago crujía como nunca lo había hecho. Volví a la cueva y comí el mango que había quedado, ya era la tarde y estaba entrando en pánico,agarré mi cuchilla y comencé a cortar todo árbol abriendo un camino, para encontrar algo comestible. Ningúna fruta conocida estaba por allí, muerta en desesperación agarré una violacia redonda y jugosa, la apreté un poco con mis dos dedos y salió un chorrito de jugo hacia mi rostro, precisamente en mi mejilla. Con esos dos dedos saqué ese líquido de mi rostro y ví que el jugo, a diferencia de la furta, era de color rosáceo. Di un brinco hacia atrás asustada de una frutita aplastada en el piso. Resultaba que esas eran las Kirias, las frutas más venenosas de la selva y casi caía en su trampa. Instantáneamente me alejé de allí, quizás la desesperación me harían comer algunas y aún tenía una promesa por cumplir.

Cayó la noche pero no me detuve porque ¿Qué diferencia había en morir comida por alguna criatura salvaje y morir de hambre o sed?

Con la poca luz que me brindaba la luna seguí caminando ya sin rumbo y extremadamente cansada, me había perdido quitando el hecho de que todas mis habilidades se fueron al demonio,no servían de nada si no me alimentaba bien y hacía días que no lo hacía "estúpida, ahora si te tragarías un pescado entero, ¿No es así?" me decía. Perfecto, realmente perfecto. Ví que comenzaba a amanecer cuando lo divisé, un pequeño lago oculto entre la maleza tan tranquilo que incluso se reflejaba el amanecer en él. Abrí los ojos a más no poder y los froté para comprobar si era real. Lo era. Corrí hacia él pero me detuve, deba comprobar si el agua estaba buena. Recogí un poco de ella con mis dos manos, me la llevé a la nariz, la olfatié para luego dar un pequeñísimo sorbo el cual fue mucho esfuerzo porque tenía demasiadas ganas de bebermela toda y lo comprobé, estaba buena. Tome todo lo que podía y más, no me importaba nada en ese momento, sólo beber. El agua fría circulaba por mi garganta seca y caliente para luego perderse dentro de mi pecho. Cuando me detenía a tomar aire veía como el agua se calmaba y asomaba mi reflejo en él. Me veía. Esa no era yo, nunca en mi vida estuve tan desesperada por algo y mi estado era pésimo sin contar que sólo había pasado un día desde que dejé la tribu. Mi piel era aún más oscura gracias a la suciedad del piso de la cueva en el cual dormí, mi pelo despeinado, mis ojos de desesperación.

Era una versión horrible de mí que esperaba nunca volver a ver, o al menos, deseaba no morir con esa imágen tan deplorable, pues se acostumbraba a que después del ritual se buscasen los cadáveres y los enterraran y no me gustaría que me viesen en esas condiciones. Me imaginaba a mí en esa situación, desmayada en la base de un árbol con mi madre arrodillada a mi lado llorando, Lía a su lado con la misma cantidad de lágrimas, Zed supuse que estaría entre todo el tumulto de gente chusmosa con algúna lágrima en su rostro y Thais arrepentida de que su despedida haya sido una pelea.

ILKERS: El inicio de la nueva leyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora