6.1. Un eco persistente en primavera

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Kirán nació en el Desierto de Buitres y debió morir ahí mismo, en su pueblo natal enterrado en la arena y olvidado por el tiempo gracias a un desastre

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Kirán nació en el Desierto de Buitres y debió morir ahí mismo, en su pueblo natal enterrado en la arena y olvidado por el tiempo gracias a un desastre. Sin embargo, Kirán sobrevivió. Debió morir mil veces más en su viaje, pero al final, su muerte fue una que no merecía: la de un héroe, la de un rey a pesar de toda la sangre derramada y las promesas rotas.

Mil años después, no todos los nombres antiguos se olvidaban en la arena, aunque lo merecieran, y los nombres que no merecían ser profanados eran recordados teñidos de sangre y envueltos en leyendas.

Aquel lugar donde Kirán sobrevivió al viento y a las rocas, aquel lugar donde posteriormente mató a un amigo con su propia espada para no enfrentarse a lo que temía, aquellos caminos y paisajes salvajes y desolados, apenas contenidos en un mapa, conservaban una vieja historia difícil de olvidar.

Mariska revisó el mapa y su brújula mientras que Ashe hacía las anotaciones que Mariska le indicaba en el diario de campo. Pese a estar cubiertos de arriba abajo en ropa fresca, usar sombreros y estar sentados a la sombra de una roca, el calor era insoportable. El aire era seco, difícil de respirar, y lo que parecía ser sueño, era deshidratación.

Se habían adelantado al grupo para comprobar que las rutas estuvieran libres y para guiarlos. Para ese día, solo habían tomado medidas de los caminos para asegurarse de que los deslizadores podrían pasar sin problemas y también habían anotado referencias. Antes de sentarse, habían buscado rutas alternas, y cuando se sentaron Mariska miró por un buen rato el mapa mientras mordía el otro extremo del pincel.

Por lo que Mariska había verificado en el Gremio antes de partir, la ruta elegida por esa caravana no se había utilizado desde la caída de la anterior dinastía. En veinticuatro años una ruta bien conocida podía llenarse de bandidos, desgastarse o bloquearse, y aunque ella había tratado de convencer a la Dama Inkerne y a los otros de tomar cualquier otra ruta, le habían dicho que aquello no era posible y que era en parte una petición de alguien de alto rango. Mariska suponía que era por los saqueos en los últimos años en las rutas usuales, y el aumento de bandidos, pero eso no significaba que aquel camino estuviera libre de ellos.

Al final, no pudo replicar más, sobre todo porque la paga era buena y tenía curiosidad de esa ruta por asuntos personales. Lo único que le molestaba un poco era que no se detendrían tan seguido como le gustaría en alguna posada o algún descanso para viajeros.

Los ojos de Mariska se posaron en Ashe. Sin duda pretendía estar bien, pero se veía cansado, asoleado y fastidiado. No había mucho que hacer al respecto, más que recordarle que bebiera agua. Sonrió y negó con la cabeza. Seguramente también tendría esa cara de fastidio cuando llegara la noche y las temperaturas bajaran.

—¿Terminaste de anotar todos los datos?

Ashe asintió y le paso el cuadernillo. Ella revisó los datos y aunque le costó entender sus glifos, era suficiente. Solo esperaba que quien recibiera el mensaje pudiera entender las anotaciones.

Los susurros en el desierto y el espíritu blanco | La Herencia Solar #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora