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Hay tres cosas que temer en Istralandia: la primera es el desierto y el Confín, la segunda son reyes ambiciosos que quieren más de lo que tienen, y la tercera son los Ashyan, espíritus que devoran humanos y manipulan a la gente hasta...
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Había demasiadas cosas en la cabeza de Adhojan, la mayoría relacionadas con los kiranistas, con su tío y con aquellos de la dinastía que sobrevivieron el golpe de estado de Ganzi. Demasiadas preocupaciones que seguían acumulándose como los gases y la presión en el estómago de un cadáver. Y él seguía aguardando a que reventara, temía que sucediera.
Con todo lo de Altan, con lo de Mires, con la desaparición del grupo de Mariska, con la búsqueda, había olvidado las palabras del sacerdote de Kirán, pero si los nobles de la dinastía Ganzig ya estaban buscando al guardián, ¿qué estaba haciendo el resto de los kiranistas?
Pero más que eso, temía encontrarse a su tío o a ese viejo sacerdote y no ser capaz de desobedecer.
Mariska pasó una mano frente a su rostro y la tensión en sus músculos desapareció al verla.
—No me estabas escuchando, Adhojan —dijo ella un poco decepcionada y suspiró—. Bah, no tiene sentido.
Hizo un puchero y se sentó.
—Estaba pensando en algo —dijo él—. ¿Qué estabas diciendo, Mari?
Ella recuperó su ánimo de inmediato.
—¿En qué pensabas?
—Tú primero.
Mariska hizo de nuevo un puchero, y sus ojos fueron a la competencia de lucha frente a ella. Era el segundo día del Festival de Juegos, y había varios hombres con el pecho y piernas descubiertos frente a ellos luchando. El sobrino de Jossuknar, Berkehnar todavía no competía. Mariska cedió.
—¿Soy yo o ese mendigo estaba mirando mucho a Ashe ayer? —preguntó y comenzó a explicar—. Hoy tampoco le quitaba el ojo de encima. ¿Le gusta o qué?
Adhojan le dio unas palmadas en el hombro.
—Es que tienes razón.
Mariska alzó las cejas con sorpresa, luego las frunció y se arremangó hasta los codos.
—Voy a golpearlo.
—Espera, Mari...
Se levantó dispuesta a buscarlo, pero al pasar frente a Adhojan, él jaló su brazo. No calculó bien la fuerza, y Mariska terminó cayendo hacia atrás. Al menos reaccionó rápidamente porque alcanzó a levantarse para atraparla, pero no equilibró bien y ambos cayeron.
Mariska se quejó mientras Adhojan sostuvo su nariz, Mariska le dio un codazo al caer. Ella lo miró con molestia.
—¿Qué mierda fue eso? Casi nos matas.
—No vayas —dijo con voz nasal y lágrimas en los ojos—. Confía en Ashe, Mari.
Ella hizo una mueca y volvió a sentarse a su lado.