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Hay tres cosas que temer en Istralandia: la primera es el desierto y el Confín, la segunda son reyes ambiciosos que quieren más de lo que tienen, y la tercera son los Ashyan, espíritus que devoran humanos y manipulan a la gente hasta...
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Después del caos de la última semana, de desvelarse escribiendo el reporte final para el gremio y de redactar el reporte para la Dama Inkerne por días en el desierto, Mariska quería arrancarse la cabeza. Y lo hubiera hecho sino fuera porque la ayuda del gobierno comenzaba a llegar de poco en poco al templo y la necesitaban.
Quien fuera el general que estaba lidiando con el asunto, envió médicos, usuarios del Kevseng, soldados, y carretas en lugar de deslizadores —por el terreno— para ayudar a transportar a todos los afectados que seguían inconscientes y trasladarlos a Tiekarnan.
A pesar de que ya estaba un poco más libre y por fin podía quemarse en el sol desértico, Mariska no tuvo respiro. La cantidad de veces que tuvo que explicar la misma historia le hizo considerar arrancarse la cabeza de nuevo. No solía agobiarse así de fácil, pero después de días sin poder dormir de verdad, también consideró arrancarle la cabeza al siguiente capitán que le pidiera repetir lo que ya estaba en los reportes.
Justo en aquel momento, mientras Jossuknar explicaba la versión falsa que habían acordado junto al líder de los guardias, la conversación volvió al mapa de su padre, el mapa que Jossuknar y el líder de los guardias usaron. Mariska quiso patear al general frente a ella con fuerza.
—Entonces, sin el mapa de ese tal Ebenish, ¿no hubieran encontrado este lugar? —preguntó el general y suspiró—. Por algo todos sus mapas se quemaron, ¿no lo pensaron?
»Aquel hombre era un traidor y un kiranista. Saben cómo era esa gente —. Se dirigió a Jossuknar—. Especialmente tú sabes cómo eran los kiranistas.
Jossuknar se removió en su asiento con una mueca por las heridas. Mariska de verdad deseó tirarle la mesa encima, pero se contuvo. Fue el líder de los guardias el que habló.
—Su mapa es completo y fácil de usar —dijo él—. Todas las caravanas lo utilizan.
—Es irresponsable. Existen los mapas del gremio, ¿no es así, señorita Alerant? —preguntó él.
Todos miraron a Mariska, ella se quedó en silencio.
—¿Para qué usar los mapas de un hombre que sin duda era un peligro? ¿No saben de la tragedia del desierto? —cuestionó el hombre.
Mariska no se contuvo más.
—Los mapas del Doctor Ebenish fueron un legado importante para la cartografía de Istralandia. No podemos quemarlos y perder conocimientos solo porque ustedes lo consideran un traidor, cuando solo trató de salvar gente inocente de su rey.
El líder de los guardias carraspeó cuando la mirada del general comenzó a agriarse.
—Este mapa está más completo que el del gremio —dijo el líder de los guardias—. No sabíamos que era de...
—¿Por qué no tomaron otro camino?
—La señorita Alerant ya dejó en claro por qué no tomamos otra ruta —dijo Jossuknar—. No sabíamos que aquí había un templo.