Esa mancha verduzca en mi pelvis no se ve sexy. Estoy más hinchado que nunca. Podría explotar en cualquier momento, pero eso no pasará. Al contrario, me iré demacrando cada vez más, hasta que solo quede el polvo de lo que un día fui. Suerte que no lo veré. Mis ojos se resguardan en su cuenca con cada hora que pasa. Las bacterias se alimentan de mis maltrechos tejidos. Huéspedes malagradecidas. Una vez no les quede nada de mí, morirán también. Un ligero escozor conecta todas mis cavidades en una sola sensación, como si fuera de mi nariz, boca, oídos, y ano estuviesen los extremos de un hilo, se anudara la otra punta en el interior de mi cuerpo y se tirase de ese nudo, hacia ninguna dirección en específico. Los huevos de las moscas han eclosionado. Las larvas me exploran los órganos sin permiso alguno, como sus madres al ponerlas. Las cucarachas han hecho de mí una pista de patinaje. Corretean de aquí para allá por nada en particular. Ahógome con la visión de la madera que me cubre, incluso percibo la humedad de la tierra, pero al menos estoy cómodo. No pensé que sentiría tanto después de muerto.
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No intentes esconderte
Short StorySegunda colección de microcuentos varios de Imber Bles ✌🏻🍁.