Capítulo 07: Guerra

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Apep
Ubicación: Isla extraña
Día 14 de expedición

Luego de haberme disfrazado de un guardia, estaba caminando por el pueblo, en medio de toda esa gente hasta que a lo lejos ví el castillo del rey. Tragué saliva por el nerviosismo pero avancé hacia allá sin descanso.

- (Según yo debería estar aquí... ¿Pero en qué cuarto?)

Pensaba, a la vez que pasaba desapercibido por los otros guardias en la puerta. Adentro era algo totalmente distinto a afuera, muy lujoso y con... ¿Cuadros? Habían incluso vasijas caras, joyas exhibidas y suelos de azulejo. Parecía como si todo eso hubiese sido traído del exterior.

Entre todos esos lujos, algo me cosquilleó la nariz, podía sentir el aroma que desprendía Camill siempre, por lo que seguí caminando sigilosamente mientras que aquél se hacía mucho más potente.
Logré llegar a una puerta azul, la que posteriormente abrí para llevarme una sorpresa un tanto extraña.

- ¡Camill! ¿Qué carajos haces ahí?

Exclamé para ya entrar a la habitación y encontrarme con los ojos del pobre camaleón. Casos como ese sólo había visto en películas y dramas, no en la vida real.

El mayor estaba atado por ambos brazos desde el techo, su cola también estaba atada detrás de él. Tenía trapos sucios y gruesos metidos en su boca, además de múltiples heridas en el torso. Parecía cansado, como si lo hubiesen tenido ahí todo el tiempo que estuve esperando por él, sin comer, beber, incluso sin la luz del sol.

Sin esperar ni un segundo más, empecé a quitarle esas cuerdas con ayuda de mis dientes y saliva corrosiva, la cual hacía todo más fácil. En cuanto retiré la segunda cuerda, Camill cayó apoyado en mi hombro, por lo que traté de sostenerlo con todas las fuerzas que tenía.

- D-Dios ¿Cuánto pesas exactamente?

Exclamé, aún haciendo fuerzas. No tardé en dejarlo en el suelo sentado y también le quité la cuerda que faltaba. Lo último fué sacarle esos trapos de la boca y dejarlos a un lado.

- ¿Por qué te tienen aquí?... Hey, almendra parlanchina, dime algo.

Noté como este sólo me miraba y se apegaba a mí, como si me hubiese extrañado o cosa parecida. Mi reacción fué soltar un suspiro y llevar mis manos dudosamente al rededor de su cintura, y así, abrazarlo de forma suave.

- Vine a sacarte de aquí ¿Puedes levantarte?

Rey: Y pensar que hace unos días lo estabas insultando.

Se me erizaron las escamas al escuchar esa voz, por lo que me volteé y le mostré mis dientes de manera defensiva. El rey estaba justo ahí.

Rey: No hay necesidad de ponerte agresivo. Acabas de intervenir en la educación de mi hijo... Aunque ya que eres su esposa no creo que haya problemas.

- ¿Llamas a esto educación? Ni siquiera en las cárceles se tratan así a los reclusos.

Le reproché de mala gana, mientras que ya me ponía de pie delante de Camill, no había dicho ni una sola palabra así que me estaba preocupando.

- ¿Por qué lo tienes aquí?... A propósito, sé que tienes mi mochila, así que devuélvemela.

Rey: Jej.

Ante aquella burla que soltó, fruncí mis cejas indignado.

Rey: ¿Con qué propósito? Tú único error fué decir que eras el último reptil que quedaba en el exterior, en tierra firme. Desde el primer momento que caíste por ese barranco te convertiste en un lugareño.

La vez que mi especie se extinguióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora