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"Pesos sobre los hombros, un disgusto al corazón y a la consciencia"

A la mañana siguiente Líadan entró con disimulo al cuarto de su hermana. Había regresado una hora después del conflicto, a las cinco de la mañana no creía que se despertara. Buscó el vestido que ella usaba para estas ocasiones entre las perchas del armario. Al tenerlo en mano dedicó un pequeño beso en su frente, aunque le dolía que no fueran sus brazos los que la abrazaran al dormir. Sin poder decir o hacer algo, retomó su plan dándole un buen susto a su hermano Nicolás que acababa de levantarse. El disfraz estaba bien hecho que incluso a Kamran que salió para ir al baño le costó reconocerlo. Ambos hermanos entendieron que era lo que Líadan quería hacer, y sin objeciones le dieron un abrazo acompañándolo a la entrada.
Lía se despertó sobresaltada ante un raro presentimiento. Nikola seguía dormido, faltaban dos horas para la alarma. Un raro murmullo escuchó detrás de la puerta de su cuarto, tras abrir, Nicolás y Kamran se quedaron sin saber que decirle. No hizo falta palabras, Lía supuso la verdad.

-Voy a llamarle-Lía agarró su teléfono hiendo al cuarto de su hermano-Me da timbre.

-Sé lo que vas a decirme-fueron las primeras palabras de Líadan ante la llamada-Pero necesito que te hagas pasar por mí.

-¿Qué? Habíamos hablado que cuando llegara el momento.

-Y llegó.

-Líadan yo...

-Tienes mi ropa en el armario. Confío en ti hermanita. Recuerda que te amo.
Besos, tengo que irme.

-¿Hermano? -Lía suspiró tras colgar la llamada-Está bien, haré que tu esfuerzo no sea en vano. Después de todo, somos almas separadas que pueden fusionarse.

La prueba mayor de que el esfuerzo de Lía por verse y actuar igual que su hermano; fue cuando su novio bajó a desayunar. Preguntó por su novia y un silencio sustituido por una mordida al pan o un sorbo al jugo, fue la respuesta.
En todo el camino puso la mala cara de su hermano, aunque era para disimular que sentía el alma oprimida. Lo tomaba un poco divertido, no obstante, no era divertido cuando el propio Nikola se esforzaba por disimular su preocupación. La tensión entre los cuatros se disolvió al llegar a la escuela. Cada uno tomaría su rumbo, aunque no se sabia si eso ayudaría o perjudicaría a los enamorados. Quedarse sola porque sus hermanos no podían saltarse las clases le dio la idea de un recorrido para familiarizarse con el lugar. Era su primera vez en una escuela de chicos, nada diferente, pero al ver el gimnasio sus ojos radiaron brillo. El sitio tenía auténticas barras y sin nadie a la vista se acercó para verlas de cerca.

-Ojalá pudiera subirme.

-¿Te gusta la gimnasia?-un chico vestido con su traje de gimnasia se le acercó dándole un pequeño susto-Eres bienvenido a unirte al club.

-¿Crees que pueda subirme?

La emoción de Lía era demasiada como para ocultarla. Si aquel chico fuera el responsable la hubiera dejado subirse, más, no lo era. Subirse requería un permiso de la profesora de Deporte y un uniforme especial. Lía suspiró, su sueño estaba a dos pasos, más debía de contar con el verdadero Líadan.

-¿Cómo te llamas? Yo soy Humberto.

-Líadan.

-¿Eres nuevo?

-No, llevo un semestres junto a mis hermanos Nicolás y Kamran.

-Se ve que quieres subirte.

-Entreno en casa, pero jamás se compara a la experiencia de unas autenticas barras paralelas-Líadan suspiró cuál tal enamorada.

-No soy gimnasta, pero si práctico coreografías. ¿No eres de baile o sí?

-No me gusta presumir, pero los cinco practicamos para el concurso "Mueve tu cuerpo".

-¿Cinco? Eso es interesante.

-Somos el grupo "Villanos". No hubo un mejor nombre cuando se creó.

La conversación tan animada se convirtió en un ensayo. Humberto le mostró sus pasos a Líadan y viceversa. Ganar un amigo ante la dura situación era una buena ayuda, aunque en la mente de la chica se decía lo bueno que estaba Humberto. Le daba risa de imaginar como se pondría su novio si la descubriera vacilando a otros. Adoraba sus celos, pero a veces eran insoportables.

-Nikola-pronunció su nombre al volver un semblante triste a su rostro.

-¿Quieres que te ayude a conseguir el permiso?

-Gracias por eso.

Siendo fuerte por los tres, aceptó entretener su mente en otras actividades. Humberto era un gran chico, y su energía alegró el corazón de la pobre chica. Hablaban de deportes y bailes, algo que compartían en común. Líadan visualizó a su novio sentado en un rincón del pasillo donde nadie debería de verle. Conectaron miradas y a pesar de estar disfrazada, su instinto de novia fiel le clavo un puñal. Nikola saludó a Humberto, aquello hizo sentir a Líadan peor que antes. No era el caso, pero parecía que estaba traicionando a su novio con su mejor amigo. Escuchar a Humberto quejarse porque Nikola le pedía que llevara a su casa en auto, le hizo viajar a dos años atrás. Seguir descubriendo detalles no le ayudaba a sentirse mejor.

-Hablando de todo, él es Líadan-Humberto hizo la presentación no tan necesaria.

-Ya nos conocemos-Líadan tuvo que volver a su mal humor si quería evitar sospechas-Es novio de mi hermana-aclaró antes que preguntara.

-Aunque no nos llevamos muy bien porque cierto celoso cree que le seré infiel-Nikola de ingenuo aprovechó el momento para desquitarse algunas cosas que delante de su novia no podía.

-¿Y hay algo de malo advertirle? A mi no me engañas-Líadan a pesar de sentirse en duda con respecto a ese comentario, le respondió como cualquier mujer lo haría.

-La que tiene que estar convencida es Lía y no tú.

-Es un error pensar de esa forma. Nosotros somos sus guardaespaldas, es nuestra hermanita.

Decir aquello le causó risa a ella porque su hermano nunca diría eso, pero Nikola lo tomó como una afirmación a la historia de ayer. Humberto intervino o la situación se iría de manos. Le recordó a Líadan el permiso de las barras, pero no sirvió de mucho pues Nikola sonrió como si pudiera matar con la mirada. Recibir esa mirada de impacto le hizo brincar el corazón a Líadan, había olvidado porque se enamoró de ese chico. Pasando con sus manos en los bolsillos le hizo a un lado con el hombro dando por terminada la pelea. Doblar una esquina fue su salvación, necesitaba calmarse. Encontró el baño y al verse delante del espejo notó lo roja que estaba.

-¡Maldita la hora en que me conquistó con esa mirada! -Lía se echó agua en el rostro para aclararse el sonrojo, aunque necesitaba consolar su alma-Nikola te odio con la vida, pero a la vez te amo maldito psicópata del violín.

-¿Líadan?

Aquella voz proveniente de Humberto no la calmó, y menos después de pensar si la había escuchado. La pregunta más estúpida que le pudieron haber hecho ese día, se la hicieron. Su cara era un poema, trataba por todos los medios de negar la pregunta por mucho que le doliera. Humberto le hizo la promesa de guardar silencio, aunque no había nada que prometer o callar.
Desde el baño hasta la oficina de los profesores Líadan convencía a Humberto que no era verdad lo que escuchó. Su nuevo amigo le sonrió confiado, volvía a repetirle que era normal del romance entre dos chicos, pero su hermana estaba de por medio.

-Espera aquí, hablaré con la profesora-Humberto estaba por entrar a la oficina.

-Humberto, creeme.

-Te creo y también creo que eres bueno en ocultar tus sentimientos.

Esa frase fue una completa tonelada a sus hombros. Si antes quería morir por otro motivo, ahora lo suplicaba.

Yo soy tu máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora