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En la ciudad normal, Nikola pensaba sobre el asunto de Líadan y su novia. Le daba vueltas a la historia que le contaron la noche anterior, y con la noticia que mañana irían los jueces de la prueba, su mundo estaba patas arriba. Sentado en su escritorio pensó en preguntarle a Lebret, le había dejado la noche anterior esperando su visita. También se planteó lo de volverse a infiltrar, a eso era lo que más le temía. Puede que las heridas se curen, pero todos sabemos que las cicatrices no cierran. El asunto de hace dos años nunca dejó de rondar, aunque no fue tan dedicado, a veces ideaba un pequeño esquema armando el tablero del ajedrez. En una hoja cualquiera se puso a dibujar sin darse cuenta los hilos que tenían presa a Lía. Despertar de sus pensamientos con el timbre de la tarde, fue cuando miró el dibujo.
De camino al despacho de los profesores, Nikola se encontró un sobre. Que un niño supiera que fue dejado a propósito no era para sorprenderse, sino que la sorpresa y el grito lo pegó al ver la foto de adentro. Él si conocía que con quién se besaba era su novia Lía, pero desde el ángulo la foto se malinterpretaba. Conociendo quién puede tirar fotos a la perfección sacó su móvil haciendo la llamada.

-Marcelo, ¿qué payasada es esta de la foto?

-¿Te gusta?-dijo Marcelo desde el otro lado del teléfono-Sino vienes a mi casa voy a subirlas al internet.

-Enseguida paso, déjame recoger mi mochila. ¿Tú hermana está en casa?

-Olivia aún no llega.

-Vale, en la noche paso, tengo trabajo por aquí.

Permanecer en la escuela unos minutos más después de que todos los alumnos se fueron, le permitió escuchar un goteo. Bajo las sospechas de que fuera observado salió del aula encontrando en el marco del salón continuo una serpiente muerte clavada en la pared. A Nikola no le agradó aquello, de su mochila sacó su violín por si acaso. En posición de músico tocó una primera nota, sin nadie que saliera, tocó una segunda. A la tercera nota se convenció que el bromista de mal gusto se había ido.
Se supone que debía de ser la líder de Star red quien derrotara al cebo, siendo de arena nadie lo siente. Nikola cayó inconsciente y aquel que en sus manos sostenía un maso pudo apreciar en el cuello del desmayado un emblema. Recordó que Nikola también pudo ver los hilos, y usando el mismo truco hizo que un portal lo llevara al fondo de otra cámara.

-No me tengas rencor-tocó el sarcófago cerrado-Hago esto para salvarlos. Eres idéntico al faraón Kernel. Tengo que irme.

Contento, feliz de tener piezas necesarias para su plan decidió volver a Palacio, el príncipe Rishi no podía sospechar de su ausencia. De regreso por las dunas de arenas no hizo más que repasar su plan con una sonrisa. Frente a la pared donde al alzar la vista se veía el cuarto de Rishi escaló la torre. Adentro de la habitación vacía esperó a que fuera de noche para ir a servir la cena como buen siervo.
Ojos de águilas de personas que usaban el mismo truco del disfraz, pero usaban tecnología más avanzada grabó en cámara cada momento. Miguel, miembro de Melodías de Muerte y sobreviviente del atentado a su grupo, desde un balcón que daba frente a frente a la torre observó el momento. En realidad, aquel siervo era el objeto de sospechas, aunque viendo el fotógrafo que no pretendía moverse hizo una llamada. Colgó su celular hiendo directo a realizar cualquier labor a los establos. Nikola no era el único con un perfil bajo, el de Miguel era el típico vago cuyos compañeros debían de llamarle la atención. Caminando entre los pasillos viendo sirvientas pasar de un lado a otro, guardias en sus puestos, recordó cuando su líder los convocó a ser parte del Antiguo Egipto. Dos años después del suceso no creyó a la primera que a quién se le ocurrió la idea del grupo fuera un príncipe de un reino, más, conocer en persona la historia nunca contada despertaba la emoción de ser un espía encubierto. Miguel siguió andando como los demás hasta ser detenido por un guardia a quién conocía y se alegraba que estuviese vivo. Entregándole una bolsa bajo el recado de que era para la princesa, el guardia lo tomó ordenándole que se retirara. El camino más corto era el del jardín, pero implicaba pasar por frente de la ventana que daba al cuarto de Rishi.

Yo soy tu máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora