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"Las mentiras son pedazos de oración por aún escribirse, la verdad no habla por si misma"

Líadan en el salón de profesores recibió de manos de la profesora de Deporte un papel que lo mantendría ocupado. Leía y releía el documento que le daba autorización de usar las barras, su sueño iba a cumplirse. Faltaban dos horas para que sonara el timbre, tiempo suficiente. Líadan tomó su uniforme de gimnasio en manos hiendo directo al baño a cambiarse. Una vez listo corrió contento para empolvar sus manos y subirse. Humberto desde tierra veía la agilidad de Líadan en las barras. Aplaudía mucho pues los pasos se veían difíciles. Los saltos, las piruetas, todo aquello combinado en una sola rutina era imposible de creer. Complacida de que el timbre sonara con ella encima de las barras, se apresuró a bajarse.
Se detuvo en seco pensando en Nikola. Deseaba contarle la verdad, celebrar con él; sin embargo, sonrió al tener una idea loca ya que antes no la había visto en acción. Sacó su móvil coordinando con Nicolás y con Kamran almorzar juntos. Humberto rechazó la oferta, pero si le recomendó ducharse. Líadan para ser mujer sudaba fuerte.

-Yo también voy a las duchas, te acompaño.

Escuchar eso de Humberto le puso la piel de gallina.

¿Cómo librarse?

Excusada con que no tenía nada, se sorprendió al saber que ese chico traía dos de todo. Recordó las palabras que le dijo en el auto aquella vez, abandonó la idea de contarle.
En el vestidor Líadan se demoraba, sin embargo, Humberto la sorprendió robándole un beso.

-¿Qué te traes?

Líadan le apartó furiosa, ahora era el mejor amigo que traicionaba, aunque aún seguía sin descubrir que era mujer. Humberto le dijo todo, la había reconocido desde el principio. Dándose por vencida puso su mejor cara de villana porque el asunto no iba a terminar en una simple pelea.

-¿Qué quieres? No vas a dejar que me vaya ilesa.

-Sabes en que posición te encuentras. Tu novio es mi mejor amigo.

-¿Y? Yo no soy el imbécil que se besó con su novia.

-Damela y nadie sabrá que pasó.

-Obviamente juegas con fuego y no sabes con que fuego.

-Estoy seguro que no eres ni la mitad de lo que dices ser.

-Va a ver un muerto hoy.

-¿Vas a matarme?

-Mejor dicho, va a matarnos. ¡Al suelo!

Otra vez volvía a producirse, aquellos hilos atacaban a Líadan, aunque la pobre sin las tijeras solo sabía proteger al chófer. Podía dejarlo morir, pero la culpa sería diferente. Un cascabel sonó en su cabeza, los hilos desaparecieron al tercer tintineo.

-Mejor alejate de mí.

Sin ducharse salió del vestidor hiendo con sus hermanos. Ese tintineo era una señal que fue ella quién debió de haber ido. Encontrándose con los otros chicos al pie de la escalera, soltó una risita.

-¿De que se ríes?-Líadan le encaró, era obvio que los burlones lo vieron todo.

-¿Te regañaron muy fuerte?-Kamran soltó sus carcajadas.

-No tienes suerte, primer día y ya te descubren-Nicolás se moría de risa-Para la próxima usa invisibilidad.

-El chico no hablará. No lavaré sus ropas ñoños.

La amenaza de Líadan fue un puñal para ambos. De camino al comedor recogieron al faltante, esta vez el enojo de la chica si era real. Una vez que todos tuvieron sus bandejas de almuerzo y se sentaron en una mesa, tuvieron el desagradable encuentro con la profesora Coleta. La mujer miró al cuarteto, caminó con sus tacones sentándose en la silla sobrante. Líadan seguía almorzando con tal de no prestarle atención. No caería en provocaciones.

Yo soy tu máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora