Yo soy tu máscara

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Flash Black

-No puedo decirle la verdad. No puedo decirle que soy su hermana-fueron las palabras que le dije a mi amiga para que dejara el tema, la confesión de Kernel me tenía devastada.

Tomé el control remoto enciendo la porquería de televisor que tengo en casa. Sé que no debo de quejarme, pero ojalá pudiera tomar algún tesoro egipcio y cambiarlo por dinero. Llevo viviendo en secreto en esta ciudad desde que descubrí mis poderes. Así es, me llamo Líadan, la famosa princesa de Egipto desaparecida, o de la cual pocos saben. Hacia una o dos horas desde que llegamos a mi casa con Kernel dormido encima de mí y una orden de pizza congelada esperando en la puerta. Le pagué al tipo con el propósito de librarme de cocinar, lo detesto. Nada me queda bien.
Entre Aysi y yo subimos a Kernel a mi cuarto, es un buen sitio para que descanse. He vigilado a este niño desde su nacimiento con mis serpientes, no creí que fuese el único al cual le importara mi desaparición. Sé que quiere alguien para que lo sustituya en el trono, pero en la forma en la que hablaba sobre mí aún sin conocerme, me daba otra impresión. No Líadan, no has necesitado de la realeza para nada en todos tus años. Ahora no es el momento de flaquear, recuerda que vas a ser una gran líder. Centré mi mente en eso, estoy cerca de convertirme en la líder de Star Red, el grupo femenino pandillero más conocido en este mundo. No pierdo contacto con el paisaje más allá de mi portal, solo la fundadora vive en algún lugar de esas arenas apiladas.
Sin estar convencida de que ver, dejé el mando en el sofá subiendo los escalones para ver a mi hermano. Al entrar, él yacía despierto. Me miró ingenuo, como si mi cuarto fuese una especie de laboratorio, por suerte no ha dicho nada sobre la decoración. Odio que se metan en mis gustos, mis amigas me han criticado las fotografías gigantescas de hermosos tíos con el pecho afuera.

-¿Todo bien? ¿Cómo te sientes?-me senté en una esquina de la cama captando su atención.

-Ya me encuentro mejor. ¿Dónde estoy?

-Digamos que es mi pequeño palacio. Hoy vas a probar algo nuevo.

-¿Te puedo preguntar algo?-Kernel sostuvo mi mano poniéndome nerviosa, tiene la mirada firme.

-Por supuesto.

-¿Cuáles son tus poderes?

-El teletransporte-mencioné uno de ellos-Es el único poder que tengo-mentí-Ahora soy yo quién te hace una pregunta. ¿Tienes pistas sobre encontrar a tu hermana?

-Coletas era la única pista y no me dijo nada.

-Comprendo-ese dato era relevante para lo que planeaba, Kernel no va a encontrarme.

-Sabes, puede sonar estúpido, pero creí por un momento que tú eras ella.

Genial, ahora me pone en el desacuerdo de decirle o no. Kernel es listo, pero no sabe lo que hace. Persigue un deseo tonto que hace latir mi corazón, me hace sentir que por primera vez le importo a alguien de mi sangre, pero no puedo permitir que tenga problemas por mi culpa. Debo de esquivarlo, dejar de verlo, impedir que me busque, debo de regresar.
Con el dolor de mi alma le dije que no tenía hermanos, que era hija única. Tragué en seco cuando me levanté guardando las tijeras en el cajón. Observé las manos de Kernel, hay que cambiarle las vendas, y si va a pasar aquí la noche entonces se dará un buen baño. Fui su apoyo para que se levantara de la cama. Quité venda por venda viendo los puntos que le dieron en las heridas. Suspiro, ojalá y hubiera sido Coletas quién tuviera estas heridas.

-Vamos a bañarte. Pasaras la noche aquí, no puedes regresar en estas condiciones.

-¿Pasar la noche aquí?

-Obviamente necesitas algo de ánimos. No seré la mejor, pero en agradecimiento a que me detuvieras permíteme darte alojamiento y hacerme cargo de ti.

-No es necesario.

-Eres un príncipe, no puedo tratar mal a la realeza. Ahora majestad, vamos al baño.

Agarrado de la muñeca por mis dedos, lo conduje hasta el baño que tengo en el cuarto. Él no sabe cómo reaccionar ante un lugar jamás visto, pero se ha sonrojado apenas me acerqué con intenciones de quitarle la ropa. Explicándole que con esas heridas no iba a poder hacer nada, se relajó un poco.