1. Tiempo

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Probablemente nadie lea esto. Probablemente esto sean cuatro palabras sin sentido que mañana quedarán en el olvido, efímeras. Probablemente piensas, si es que alguien lo lee algún día, que esto es una historia más, donde un chico y una chica se enamoran, rompen, se reencuentran y comen perdices...

...pero resulta que no todos los cuentos acaban así. De hecho, déjame contarte un secreto: la vida no es un cuento de hadas. No es rosa. Ni verde. Ni azul. Ni siquiera negra o blanca, ni gris.

¿Por qué? Sencillo: hoy te sientes genial, pero resulta que te dan la nota de un examen que te borra la sonrisa y hace de tu día una mierda, o llegas a tu casa y te encuentras algo que no te gusta en la mesa, o simplemente está nublado. La vida no se mide por colores, la vida la mide el tiempo.

¿Y eso es bueno o malo? Pues... para gustos, colores. Quizá un día quieras que el tiempo pase rápido porque estás aburrido, por algún evento especial el día siguiente... y otro quieres que no de acabe de tanto que lo estás disfrutando.

El tiempo a veces es nuestro mejor amigo y otras nuestro enemigo; a veces nuestra salvación y otras nuestra perdición; a veces nos ayuda... y otras, nos jode. Y no es algo que podamos decidir. Porque el tiempo no se puede parar por mucho que quieras, que llores o que te lamentes. Pasa y no hay vuelta atrás. Se queda en el pasado, en el olvido. El tiempo es efímero.

Y por eso el tiempo es el mayor enemigo de muchas personas... como lo fue de Adriel; en concreto, de mi yo de quince años atrás.

Empezaré por lo básico: presentarme. Soy Adriel Molina, nacido en Tordesillas, un pueblo de Valladolid, España. Mi padre renunció a mí y a mis dos hermanos nada más nací yo, el más pequeño de sus hijos, y nos quedamos solos con mamá y la abuela. El capullo de mi padre era italiano, de ahí mi nombre, para quien se lo estuviese preguntando.

La abuela murió cuando yo cumplí los diez años, dos días después. Mis hermanos, Luca y Marco, tenían doce y catorce entonces.

Pero... mejor dejemos mi infancia a un lado. Prefiero hablarte de mi vida a partir de los veinticinco.

¿Qué hace un chico cuando crece y se independiza e intenta organizar su vida al que nunca le han dado el suficiente cariño ni la suficiente atención?

Pues fácil, buscar todo ese amor que nunca le dieron.

Y eso hice yo.

Maldito el día en el que cogí un vuelo a Suecia como pequeña escapada.

Maldito el día en el que una chica española me ayudó a orientarme por Estocolmo.

Maldito el día en el que me enamoré.

Y maldito el día en el que me tuve que ir.

Parece que mi pequeña escapada de seis meses dio para mucho, ¿no?

Podría contarte su triste o feliz (quién sabe) final... o podrías quedarte a descubrirlo por ti mismo.

Lo efímero de nuestra historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora