—Harry, baja un momento— la madre del mencionado gritaba desde la planta baja.
El pequeño pelirrojo suspiró y se puso de pie, se encontraba estudiando para cuando entrara en la escuela nuevamente, calzó sus pies con unas sandalias y bajó las escaleras, muy lentamente, a su paso, como un rey.
—Dime, madre— su voz infantil sonaba tierna y graciosa con ese tono caballeroso.
—Hijo, necesito que le lleves esto a Aline, por favor— la madre se movía de un lado a otro por la cocina, le tendió una bandeja con galletas al pequeño, él alzó una ceja observándola.
—¿Por qué debería hacerlo? —Esas galletas de chocolate y vainilla las reconocía, ¿acaso...? Su madre pellizca sus mejillas a modo de regaño, él suelta un quejido.
—Soy tu madre, Harry Nash Stevens, no me cuestiones —lo mira retadora.
—¿Quién es esta tal Aline de cualquier forma? — soba su mejilla y suspira rendido tomando la bandeja en sus pequeños brazos.
—La nueva vecina, llevan casi dos meses aquí, ¿cómo no sabes sus nombres aún? —él abre su pequeña boca para responder, pero lo detiene alzando una mano—. No, olvídalo, no me respondas, solo llévales estas galletas.
—Pero... ¿por qué debo ir yo? ¿Mi hermano dónde está? —se queja.
—En sus clases de natación— responde su madre sacando lo que luce como un delicioso pollo del horno.
—¿Y mi padre?
—Con Gareth, venga, ve y deja de molestarme, aún tengo muchas cosas que hacer —le da pequeños empujoncitos por la espalda.
—Mamá —se queja Harry nuevamente.
—Venga, venga, no me hagas enojar.
Al final el pequeño bufa y sale de su casa, en cuanto pone un pie afuera lo azota la fuerte oleada de calor que lo hace sudar de inmediato, suspira profundamente y camina hasta la casa de al lado.
Cuando va a tocar el timbre se da cuenta de que no puede porque sus pequeños brazos están ocupados, se ve en discusión consigo mismo y resoplando.
—Los de la realeza no hacen esto —se dice, golpeando con su pie.
—Hola a ti —Una mujer lo recibe, quien debe ser Aline, con una inmensa sonrisa muy animada—. Tú debes ser Harry ¿cierto?
—Así es, mi mamá manda esto —le tiende la bandeja.
—Oh, Heather no debió hacerlo —Toma la bandeja y se hace a un lado—. Entra, te invito a una limonada.
—No, gracias, estoy bien— se da la vuelta para irse, pero la mujer no se lo permite, agarra la bandeja con una mano, la otra la pasa por su espalda y lo adentra en su casa.
—Venga, así te presento a mi hija.
—¡Oh, Dios, no! —Murmura con los ojos muy abiertos.
—Eileen, hija, ven para que conozcas a alguien —Grita perdiéndose en la cocina.
Enseguida la niña que veía casi todos los días baja corriendo las escaleras, tan rápido que termina delante de él en el suelo, con un puchero en sus labios y sus grandes ojos sobre el chico que desconoce, lo mira con confusión y curiosidad.
—Hola —Habla con una voz muy dulce sin levantarse, Harry enseguida hace lo que nunca había hecho, la ayuda a ponerse de pie, si, gente, la ayuda, el principito ayuda a la plebeya.
Su madre y Gareth de seguro mantendrían su barbilla por el suelo mucho tiempo si lo vieran.
—¿Estás bien? —Le pregunta él, temiendo a que se haya hecho daño.
—Si —Le sonríe ampliamente, haciéndolo sonrojar, ella le tiende una mano a modo de saludo—. Mi nombre es Eileen Nichole Maxwell, ¿el tuyo cuál es?
—Harry Nash Stevens— susurra sin dejar de ver sus ojos verdes.
—Eres el hermano de Gareth, ¿cierto? —Él solo asiente con la cabeza.
—¿Conoces a mi hermano?
—Si, a veces jugamos fútbol, tu mamá hace unas galletas muy ricas.
—Volví— Aline regresa con un vaso de limonada en su mano—. ¿Ya se conocieron?
—Sí, mami, Harry es muy lindo— ladea su pequeña cabeza—. Su cabello también es lindo.
La cabeza del pelirrojo se llena de alertas rojas cuando ella acerca su mano a su cabello para tocarlo, da un traspié hacia atrás.
—Yo... Mi mamá me necesitaba para algo, me voy— balbucea.
—¿Tan rápido? —juguetea con un pie en el piso y hace rulos con su dedito en su cabello.
—Si —murmura corriendo hacia su casa.
Cuando entra apoya su espalda a la puerta principal jadeando y muy sonrojado
—Que hermosa.
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Vacío
RomanceHarry y Eileen se conocieron cuando tenían cuatro años y como todos los niños, jugaron y se hicieron amigos, pero también crecieron. Él, el líder del equipo de baloncesto con un ego por las nubes y ella, la más inteligente en la preparatoria. Él, co...