1

88 12 0
                                    

Los Ángeles, California

Harry siempre ha tenido complejo de realeza, desde niño su ego asfixiaba a su hermano mayor que no dudaba ni un segundo en burlarse sobre ello. Veía a todos a su alrededor como si fueran menos, no perdía su tiempo ayudando a nadie ni haciéndole favores a nadie, pero él odiaba a las niñas, a pesar de tener tan solo cuatro años, las odiaba.

Sin embargo... ¿cómo no iba a odiarlas cuando una metió una mariposa en su pequeño bóxer? Si, él definitivamente las odia, a las niñas y a las mariposas.

Hasta que un día, durante las vacaciones de verano, una nueva familia se mudó a su casa vecina, una pequeña familia de madre, padre e hija, una niña de su edad, con grandes ojos verdes y cabello oscuro, ella era hermosa, incluso con sus mejillas regordetas cubiertas de pecas y su ceño fruncido viendo lo que sería su nuevo hogar la veía muy, muy hermosa.

Y claro que se sintió intimidado.

Sus ojos azules observaban a sus vecinos mover su inmobiliario desde la ventana de su habitación, mantenía su ceño fruncido con sus ojos sobre la niña, ¿por qué le parecía tan hermosa? ¿Por qué no sentía que la odiaba?

De repente frunció aún más su ceño cuando en su campo de visión apareció su hermano mayor, Gareth, ayudando a la causa, es algo que él no haría, nunca, jamás ayudaría a nadie.

Los días pasaron y él no salía de su casa por miedo a encontrarse con esa niña, él solo se dedicaba a mirar por su ventana, miraba el gran árbol en medio del jardín, con ramas que sobrepasaban el límite, miraba las flores que su madre tanto cuidaba, miraba a Gareth jugar con su balón, arruinar dichas flores y luego huir como un vil delincuente.

Y finalmente la miraba a ella, se sentaba en un pequeño banquito en su jardín, contemplaba el cielo, las flores que Gareth arruinó y el gran árbol, sus pequeños ojos verdes observando todo mientras comía galletas de chocolate y vainilla.

VacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora