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—Mamá, no juegues así... Ella está... Ella está bien, sentada en el banco del jardín mirando el cielo y comiendo galletas, o junto a Niash jugando, también puede estar con Rodrigo metiéndose en problemas, o con Gareth, a ella le gusta jugar futbol con mi hermano, ella está bien, está bien —Sollozo con mis mejillas empapadas—. Ella está bien, ¿cierto, mamá? Es solo una broma ¿no? —La miro, pero ella solo puede llorar, se sienta en la cama y me abraza con fuerza.

Pero... ¡joder! No son estos brazos los que quiero, quiero los de ella, quiero que ella me abrace.

Quiero que entre por esa jodida puerta y diga que todo es una muy mala broma, que sonría como siempre y que me abrace, que me abrace tanto hasta casi asfixiarme, que me abrace hasta recomponerme, hasta que todas mis piezas rotas vuelvan a su lugar.

La necesito.

No puedo vivir sin ella, pero lo único que puedo hacer ahora es y gritar, me siento vacío, roto...

No la volveré a ver nunca más y todo por mi culpa, es mi culpa, ella no está por mi culpa, debí haber detenido el coche, debí haberla escuchado, pero no lo hice y ahora ella se fue.

Siento tanto dolor, me duele todo, el pecho, el corazón, el alma.

Siento que mi garganta quema por los gritos, que no puedo ver claramente por las lágrimas, y estoy tan fuera de mí que una enfermera tiene que entrar para sedarme, pero eso no quietará mi dolor, cuando despierte seguirá doliendo igual.

¿Quién llenara este vacío?

VacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora