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Luego de meses con Eileen enojada a cada rato y Harry pareciendo un pequeño principito harto de su amiga, éste decidió complacerla y enseñarle a montar en su bici

—Vamos, tú puedes, solo no detengas de rodar la bici —Harry repite sus palabras una vez más sosteniendo por atrás la bici con Eileen.

—Pero... Pero... ¿y si me caigo?

—Para que no te caigas no debes parar de darle a los pedales y si quieres detenerte pones tus pies en el suelo— suena cansado, suspira—. Te lo he dicho muchas veces, Eileen.

Ella hace lo que su pequeño amigo pelirrojo le dice, pedalea y pedalea, Harry la suelta sin que ella lo note, Eileen continúa pedaleando.

—Eso es, Galletita, sigue así —La anima, ella al sentir su voz tan lejos mira hacia atrás—. No me...

Y ella se cae.

—Harry —Lloriquea desde el suelo, sus labios con pucheros adorables y sus ojos verdes brillando más de lo normal por las lágrimas.

—¿Estás bien? —Él corre hacia ella y la ayuda a levantarse, ambos observan la rodilla sangrante—. Te dije que no te detuvieras, tonta, venga, vamos a mi casa para que mamá te cure.

VacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora