•LA MISIÓN•

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Algunos días después decidí hablar con Stefan para saber cómo estaba, agarré el bolígrafo y escribí en mi brazo un "hola" esperé a que respondiera y conversamos.

-Hola.

-¿Cómo estás? Lamento haberme ido sin avisar, me dolió la muerte de Lexi, sé que era tu amistad más vieja, no me imagino lo que debes estar sintiendo.

-Estoy bien, pude vengarme de Damon.

-Dime que lo mataste.

-No, ___, Elena no me lo permitió.

-Elena... era de suponer, le voy a sacar los ojos.

-No le harás nada.

-Bien, prometo no sacarle los ojos a tu noviecita.

-Sabes que ya no es mi novia.

-Tarde o temprano van a regresar.

-No lo creo.

-Bueno, cuéntame qué le hiciste a Damon.

Seguimos hablando y después nos despedimos, en fin, hoy era día de enseñar a los demás a lanzar un patronus, los estuvimos capacitando y hoy perfeccionarían el hechizo.

Muchos lograron ejecutarlo a la perfección, hasta que unos sonidos en las paredes nos desconcentraron, puse mi mano en la pared y la visión de Umbridge derribando el muro llegó.

-Umbridge está aquí.- Le susurré a Harry.

Y la visión se cumplió, de inmediato me teletransporté a la sala común, pero lo último que vi fue a Draco detrás de Umbridge, le di una mirada de desaprobación y aparecí en las mazmorras.

Después de un tiempo, Draco ingresó a la sala común, me levanté del sillón e intenté irme a mi habitación.

-___, espera.- Me detuvo.

-¿Qué quieres?- Lo miré seriamente.

-No tuve opción.- Dijo cabizbaja.

-Siempre hay opción, pero te empeñas mucho en arruinar a Harry.- Me crucé de brazos.

-No es eso, hace unos días, el señor tenebroso me llamó, me ordenó obedecerle a Umbridge, es como su mano derecha.- Explicó y me relaje.

-¿Estás bien?- Me preocupé por él, sabía que entraba en ansiedad estando frente a Voldemort.

-Solo, entiéndeme, nunca te echaría de cabeza con tus actividades.- Tomó mis manos y asentí.

-¿Dónde está Harry ahora?- Pregunté.

-Los tienen a todos retenidos en el salón de DCLAO, los está castigando, el mismo castigo que les puso a ti y a Potter.- Respondió y asentí.

Salí de inmediato y me dirigí al salón, la sapo rosa no se iba a salir con la suya, me quedé afuera del salón y absorbí todo el dolor, dolía como el infierno, pero perfeccioné mi habilidad de las emociones, así que me concentré en no sentir dolor.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora