•NUEVA PROPUESTA NUEVA AMISTAD•

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-¿De verdad están practicando en secreto?- Decidí contarle a Draco lo que sucedía.

-Así es, Neville encontró un lugar perfecto.- Comenté yendo a la sala común.

-¿Dónde es?- Preguntó y sonreí.

-No te lo diré.- Negué.

-¿Porqué?- Frunció el ceño.

-Sé cuanto odias a Harry, lo delatarás.- Dije sinceramente.

-No es verdad.- Mintió.

-Por favor, Draco, a mí no me engañas.- Lo miré fijamente.

-Está bien, pero quería hablar de otra cosa contigo.- Dijo una vez entrando a la sala común que estaba completamente vacía.

-¿De qué?- Me senté en el sofá.

-Sé que sonará raro viniendo de mí, pero quiero que sepas que desde que te conocí me llamaste la atención, sin darme cuenta fui atraído por ti cada vez más, estuviste conmigo en mi momento más débil y no me abandonaste, gracias por eso, nunca nadie lo había hecho, te quiero y quiero que seamos algo más que amigos, ___ Salvatore, ¿te gustaría ser mi novia?- Se arrodilló frente a mí sacando un hermoso anillo en forma de serpiente y sus ojos eran un par de esmeraldas.

-Me gustaría mucho, Draco.- Respondí y nos besamos tiernamente, sus suaves labios volvían a estar junto a los míos.

Cuando nos separamos puso el anillo en la palma de mi mano, pronto la pequeña serpiente tomó vida y serpenteó hasta mi dedo anular, se enroscó y volvió a ser un objeto inanimado.

-Vayamos al lago negro.- Propuso mi ahora novio.

-Tenemos clase con Snape.- Le recordé.

-Cierto, vamos.- Asintió y tomados de la mano, no duró mucho tiempo por las normas de Umbridge, fuimos a clase de pociones.

El día pasó tranquilo, yendo de una clase a otra, por fin habíamos salido de la última cuando llegó un recuerdo a mi memoria, se me había olvidado por completo esa duda, así que me despedí de Draco y fui con el único que podría responderme, Stefan.

-Hola, pequeña, ¿qué haces aquí?- Stefan entró a la cocina y en cuanto me vio, me abrazó.

-¡Stef! Tenía una duda, ¿recuerdas el día que me transformé en lobo?- Ambos caminamos hacia la sala.

-Lo recuerdo bien, no lo esperaba.- Soltó una sonrisa.

-Cuando maté a aquel hombre, tú intentaste algo para salvarlo.- Comenté.

-Eso... debes saber que todo tiene un equilibrio, así como nosotros bebemos sangre, nuestra sangre puede salvar a alguien.- Comenzó a explicar.

-¿Cómo?- Pregunté.

-Con una pequeña cantidad de nuestra sangre podemos curar las heridas de alguien, pero yo lo usaría solo en casos extremos que debamos salvar a alguien de inmediato.- Recomendó.

-¿Porqué solo en esas situaciones?- Externé mi duda.

-Porque si las personas mueren con nuestra sangre en su sistema, empezará la transición a vampiro.- Respondió.

-Oh...- Asentí.

-Así que debo saber que entendiste esto, por ninguna razón debes darle tu sangre a alguien con una herida menor.- Me miró fijamente.

-No te preocupes, he transferido las heridas de mis amigos a mí, se curan en un segundo.- Aseguré.

-Esa es una buena solución.- Asintió.

Secretos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora