Capítulo 9

362 31 7
                                    

 Ese colocador tiene bastante talento. ¿No crees? Dijo el técnico al entrenador sin molestarse en esconder su asombro.

Oikawa lo sabía. Sabía que Kageyama era mejor que él. Él era un genio y no podría competir contra alguien así. Aún así el menor seguía admirándole incluso cuando se acercaba a su nivel. Oikawa solo sabía una cosa, él no perdería. El castaño no volvería a perder contra Ushiwaka, ni contra Kageyama, ni ningún otro genio.

 Oikawa-san. ¿Me enseñaría a sacar? Preguntó el colocador suplente con un gran brillo en los ojos.

 Nunca. Mocoso tonto. Fuera. ¿No ves que eatoy ocupado? Dijo con una sonrisa falsa que escondía todo indicio de ira, pero aún así sus palabras sonaban muy venenosas lo que hizo retroceder a su kohai.

 Está bien... Dijo con una mirada desilusionada antes de hacer una reverencia para abandonar el polideportivo.

Oikawa se despertó con desgana sin entender el por qué de su molestia, pero desde que se enteró que su antiguo kohai era mudo y no volvería a jugar voleibol no podía evitar sentirse frustrado. Aunque lo atribuyó a la rabia por no haber ganado contra Kageyama oficialmente.

El castaño miró la hora y vio que era de madrugada. Por suerte era sábado, pero a pesar de no tener clases sí tenía entrenamiento con su equipo. Oikawa intentó dormirse otra vez, pero no pudo y se preguntó el por qué no podía conciliar el sueño. Solo tenía una cosa asegurada y era que su novio le regañaría ante el mínimo indicio de sueño durante el entrenamiento.

Oikawa realmente intentó volver a dormirse pero le fue imposible y viendo que no estaba cerca de quedarse dormido decidió leer un libro y para ello encendió la lámpara de su escritorio. No podía encender la luz de su habitación porque si sus padres se enteraban de que su hijo no había dormido bien seguramente le prohibirían ir al entrenamiento y eso no era una opción para el joven.

Sinceramente el castaño frecuentemente se enfadaba con sus padres por estar diciéndole qué cosas debía o no hacer, como lo era el dormir al menos nueve horas o no saltarse ninguna comida o el no acercarse mucho el móvil o utilizarlo después de las nueve de la noche, algo que sin duda le parecía ridículo. No es que detestase a sus padres, sino todo lo contrario, les amaba mucho y sabía que ellos solo querían lo mejor para él y sin duda lo agradecía, pero algunas veces esa atención le hacía sentir sofocado.

Oikawa cogió sus lentes y un libro y posteriormente se sentó en su escritorio para poder leer. Había escogido un libro que le recomendó Kunimi, el único de sus destinados que compartía el gusto por la lectura. El libro se titulaba 'El hombre de tiza', a pesar de que los thrillers no eran el género favorito del castaño decidió darle una oportunidad porque su destinado le dijo que era bueno.

Oikawa no sabía si le gustaría el libro, pero si su destinado hablaba bien del libro debería darle una oportunidad. Además tampoco perdía nada, el libro se lo prestó su kohai y leer no le dañaría en lo más mínimo.

El castaño abrió el libro y empezó a leer cuidadosamente, no se sintió enganchado en la primera página, pero a partir de la séptima no podía despegar los ojos del objeto. Oikawa estaba sumergido en la lectura y no se dio cuenta de lo rápido que pasaba el tiempo.

La única razón por la que el castaño dejó el libro fue porque un golpe en la cabeza le hizo soltarlo. Rápidamente giró la cabeza queriendo protestar por lo ocurrido hasta que vio a su novio con un aura amenazante alrededor de él.

— ¡Apúrate mierdakawa!— Espetó con un poco de molestia mientras le sacaba a su capitán la ropa para entrenar.

Oikawa se quedó algo confuso por ello, se había levantado muy pronto y no recordaba que hubiese pasado mucho tiempo, por curiosidad giró su cabeza hasta su reloj para ver la hora para encontrarse con la sorpresa de que quedaban veinte minutos para las diez.

El destino tendrá sus razones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora